Hace tres semanas que un banco de inversión escribía que "había que pensar en lo mejor pero prepararse para lo peor con el Brexit". La frase seguro que es de algún general, y si tuviese que escribir el guión de una serie de televisión se la adjudicaría a Churruca días antes de Trafalgar, el héroe vasco que murió en aquella batalla después de que un cañonazo le volara la pierna, pese a lo cual el brigadier metió el muñón en un cubo de harina para mantener el equilibrio y poder seguir luchando.
La armada bursátil europea ni siquiera se tuvo en pie como Churruca el viernes 24 de junio tras conocerse la impensable victoria a priori para los mercados del sí al Brexit. La derrota en esta ocasión no fue frente al brillante almirante Nelson sino frente al pirómano europeísta Cameron.
Cinco sesiones bursátiles después el mercado parece reconstruirse, con la misma dignidad con la que espiró Churruca sin la satisfacción de la victoria pero sin el resentimiento del vencido... Firme como militar, sereno como hombre. Sin pronunciar una queja (Galdós).
Churruca debió acusar a Villeneuve, el responsable francés que defendía los intereses imperialistas de Napoleón y acabó perdiendo con su errónea estrategia una batalla en la que contaba con superioridad numérica y la posibilidad de que la Europa Continental del XIX cruzara el Canal de la Mancha.
Cameron es el Villeneuve del Brexit, el hombre al que la Europa de la unidad nunca perdonará, y menos los mercados. Para que estos se calmen ha tenido que resurgir la figura del único general europeo por el que hoy las tropas son capaces de tirarse por los barrancos.
Mario Draghi, como Napoleón después de Trafalgar, se debió encoger de hombros tras el Brexit y pensar "no puedo estar en todas partes". Para arreglarlo ha minimizado su impacto cinco décimas del crecimiento europeo en un trienio (el 10% de lo previsto) y ha inoculado en el mercado que comprará más bonos de Italia y España.
