Firmas

El susto británico de los europeos

  • En países de la UE la política se volverá endiablada y la economía sufrirá
  • Deberá limitarse la enorme capacidad desestabilizadora del 'Brexit'

Susto, caos, catástrofe, insospechado, terremoto, desintegración, preocupación, arrepentimiento, incertidumbre e histórico son algunas de las palabras más empleadas a propósito del referéndum sobre el Brexit. Tras la sorpresa y el pasmo (a decir verdad, júbilo hubo poco, excepto entre los extremistas del resto de Europa) viene la elaboración: fin de época, populismo y nacionalismo, jóvenes frente a viejos, urbanos frente a rurales, e Inglaterra y Gales frente a Londres, Escocia e Irlanda del Norte (¡y Gibraltar!).

El Reino Unido (RU), paradigma de la democracia y del rule of law, la sociedad abierta, según el análisis que hiciera el austro-británico Karl Popper, podría fenecer ante el rayo del Brexit. ¿Tendrá el RU la energía política -vamos, la cordura- y los instrumentos institucionales suficientes para evitar su desintegración? El RU y su Brexit son un laboratorio de la descomposición política y de la desconstrucción europea. Sin duda, el Brexit será un generador de tsunamis: sobre el RU, sobre la Unión europea (UE), sobre la política y sobre la economía. De ahí el miedo. De ahí la necesidad de minimizar las consecuencias del Brexit.

El Brexit está generando una cosecha colosal de apreciaciones motivadas y profundas. Algunos como los premios Nobel parecen obligados a pronunciarse, normalmente para confirmar sus anticipaciones. Uno dijo que el Brexit y sus consecuencias será el mayor evento político de esta generación. Otro aseveró que la civilización occidental iniciaba, ahora sí, su ocaso definitivo.

Cada quien reflexiona, pues, deslindando razones y emociones, sobrevenidas y añejas. ¿Por qué se produjo este resultado? Probablemente, la pérfida Unión Europea (UE) se lo ha ganado, el referéndum simplifica y la inmigración atiza. ¿Qué implicará? Desestabilización política, acaso el estallido de Gran Bretaña, severa confrontación social, importante coste económico, y contagio.

¿Cómo implementar la salida del RU de la UE? El Brexit no tiene precedentes, de ahí el desconcierto mayúsculo. El RU no tendrá urgencia alguna en acordarlo, siendo así que sólo le traerá inconvenientes y costes. Por su lado, la UE no es prodigio de rapidez ni en la toma de decisiones ni en su implementación. De modo que la realización del Brexit puede ser un vía crucis para todos. Los extremos nacional-populistas ganarán espacio político.

Europa va a sufrir. La desafección del RU hacia la UE pone contra las cuerdas al proceso de integración europea. La UE se va a tensar extraordinariamente, para mal, al haberse introducido más incógnitas; pero también para bien, acaso obligándole a dar un salto de calidad hacia la federalización. De modo que el relato europeísta deberá reconstruirse, en un sentido complementario y dialéctico: más liberal y soft y más federal y hard. Por ello, se producirá una decantación de los estados miembros de entre círculos concéntricos. Algunos países se agruparán en un euronúcleo mientras que otros países permanecerán en la unión aduanera y los rudimentos de la unión política. A tientas, el RU irá precisando su nueva relación a medida con la UE, entre un área de libre cambio y el status de Noruega o el de Suiza.

El RU va a sufrir. Sus cuadernas políticas y su unidad padecerán. En cada uno de los dos partidos hegemónicos y turnantes ya han empezado a dirimirse nuevos liderazgos y se espigan orientaciones. Sin embargo, los euroscépticos ganadores del Brexit no parece que puedan vencer en las cercanas elecciones generales. El desgarro será interno a los Tories y al Labour. Ellos deberán administrar el Brexit. El principal desafío concreto vendrá, pues, de los independentistas 'europeístas' de Escocia, especialmente si el próximo partido o coalición de gobierno atiende a sus exigencias. Entonces, en las Islas y en el continente coincidirían varios tsunamis.

La política va a sufrir. En varios países de la UE la política se volverá endiablada. Los nacional-populismos de extrema derecha y de extrema izquierda podrían coincidir en desestabilizar más de un país europeo. De hecho, el Brexit y el contagio que vaya a producirse son fruto de un exceso de la política y de una abundancia de medios de comunicación sensacionalistas. Pero pocas democracias europeas, y tampoco Estados Unidos, están vacunados contra el populismo. Esta degradación por exceso de política sucede a una etapa de gobiernos políticamente correctos que han convertido en crónicos los problemas económicos y los desequilibrios sociales que las élites no alcanzan a limitar, del déficit público a la ineficiencia del estado del bienestar.

La economía va a sufrir. Del pánico a la angustia, el crack bursátil dejará paso a una recesión. El incremento de la incertidumbre y del riesgo reducirá la inversión y el empleo, no sólo en el RU. Afortunadamente, durante la campaña del Brexit e incluso al conocerse su imprevisto resultado la economía se ha comportado con notable entereza, merced también al Banco de Inglaterra y al BCE. Los mercados descontaron un Brexin. Sin embargo, la complejidad de los mercados financieros ha absorbido bien el envite del Brexit.

Tras el susto y las dudas del Brexit, el RU y la UE deberán sacudirse los fantasmas y ponerse a la tarea de reasentar sus instituciones. De ello depende la libertad, el progreso y el bienestar de los europeos.

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