
Almorzaba con un gestor de fondos norteamericano y le pregunté si en Estados Unidos eran conscientes de la importancia del resultado de las elecciones españolas, del peligroso precedente que podría establecerse si una coalición liderada por un partido populista de izquierda radical llegara a gobernar en la cuarta economía europea. Me respondió que para los gestores norteamericanos sólo seria "un clavo más en el ataúd que se están construyendo los europeos".
Finalmente, el clavo lo han puesto los británicos y no los españoles -unos llevan la fama y otros cardan la lana-, pero la conclusión es la misma: cada equis tiempo ocurre algo que va minando el proyecto de una Europa fuerte y unida.
En las empresas existen dos tipos de jefes: los que cuando hay un problema lo primero que piensan es en buscar culpables y aquellos cuya reacción inicial es pensar qué han hecho mal y, una vez realizada la autocrítica, pasan a examinar los errores de los demás. Los políticos europeos deberían analizar qué han hecho mal para que 17 millones de británicos decidan que hay que abandonar abruptamente la Unión Europea, así como qué hay detrás de los votos de Podemos, del movimiento cinco estrellas italiano o del imparable ascenso de Marine Le Pen. Si su respuesta es que 17 millones de británicos son unos tarados insolidarios o que todo el que vota a Podemos es leninista, entonces vamos por mal camino.
Pero esa es misión de los políticos, no de los asesores financieros. Ahora bien: de que los políticos tomen decisiones acertadas y sean capaces de un mínimo liderazgo depende ahora mismo el futuro económico de la Unión Europea. Y eso sí que entra en mi negociado.
Hasta que veamos liderazgo y realismo es mejor que las -pocas- posiciones que tenga un inversor en renta variable sean mayoritariamente norteamericanas. 2015 fue un año excelente para Europa. Y lo aprovechamos. Pero 2016 es el año de las expectativas incumplidas y, peor todavía, de la primera salida de un país de la Unión Europea. Y no un país cualquiera. Hablamos nada más y nada menos que del Reino Unido.
Sólo por haber permitido que se llegue a esto deberíamos dudar seriamente de la capacidad de los políticos europeos para enfrentarse a los retos que tienen por delante. Empezando, por supuesto, por Cameron -que sigue siendo geográficamente europeo- un político capaz de convocar un referéndum sin calcular bien las consecuencias y que, puesto a meterse en ese jardín, podría haber establecido una mayoría cualificada de, por ejemplo, un 60%. Es totalmente surrealista que un 51% de votos sea suficiente para cambiar el destino tanto de Inglaterra como de Europa para los siglos venideros.
Y qué me dicen de países como España, cuya "política económica" se basa en machacar a impuestos a sus ciudadanos, destruyendo así las clases medias y la capacidad de consumo del país, por no hablar de la desmotivación que genera este "modelo económico" en el que cualquier empresario o trabajador que quiera mejorar su vida a base de esfuerzo hace números y llega a la conclusión de que se vive mejor en la mediocridad.
En Estados Unidos también tenemos un populista tratando de llegar a la Casa Blanca. Es más: su contrincante es la peor candidata que uno se pueda imaginar. Pero, como también me comentaba el gestor norteamericano, el votante de primarias es mucho más radical que el votante americano medio. En opinión de mi interlocutor -que es republicano- con ese discurso es muy difícil que Trump llegue a la Casa Blanca. Y si lo modera significaría que hay un Trump empresario más pragmático. Peculiar, pero pragmático.
E, insisto: hasta Hillary puede ganar si Trump continúa con su discurso de barra de bar. Frente a Europa, el resto son ventajas. Una economía que crece frente a una que ha clavado -con Brexit- un clavo de varias décimas de grosor en su ya débil crecimiento. Una economía que, incluso si ganara Trump, no va a dejar de ser una economía de mercado. Una economía donde las subidas de impuestos seguirán siendo el último recurso en lugar de ser la única "solución".
Esperemos que los políticos europeos sepan coger el toro por los cuernos, pero la verdad es que cada día que pasa dan una muestra más de incompetencia. Mientras tanto, las bolsas norteamericanas me parecen un sitio mejor para esperar a que despunte su supuesto liderazgo, en lugar de esperar pacientemente a ver cómo clavan el siguiente clavo en el -nuestro- ataúd.