
En esta Comisión Europea -bautizada por su propio presidente, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, como la de "la última oportunidad" para ganarse a los ciudadanos- evitar la salida del Reino Unido representaba una de las máximas prioridades.
Una victoria del 'Brexit' suponía la puntilla para una Europa que lleva tiempo desangrándose, punzada por las consecuencias de la crisis económica, el desapego ciudadano, el auge de los populismos, el caos interno provocado por crisis de los refugiados, la amenaza terrorista o incluso las tensiones con Rusia. Y ese portazo llegó, tan temido que se veía como improbable, a pesar de lo ajustado de las encuestas y del rechazo ciudadano constante a la Unión Europea en todos los referendos desde que franceses y holandeses tumbaran la nonata constitución europea.
El 23 de junio finalmente los británicos se pronunciaron en contra de su permanencia en la Unión Europea. Y esta respuesta ha abierto nuevos interrogantes. Principalmente el de si los europeos serán ahora capaces de poner la ambición necesaria para evitar que el "punto de inflexión" que representó el no británico a permanecer, tal y como reconoció el líder francés François Hollande, se convierta en el principio del lento final de la Unión. Porque la salida de Reino Unido ha revertido totalmente la marcha de los motores del proyecto comunitario, no sólo al terminar con el principio de "una unión cada vez más estrecha", sino también al romper una unión que se suponía para toda la vida, "como las de los católicos o las palomas", como decía Woody Allen en Manhattan.
No es la respuesta
Los gerifaltes europeos dejaron claro el viernes que el statu quo no puede ser la respuesta. Sin embargo, ayer no fue el día para tejer grandes estrategias porque, como comentaron fuentes comunitarias a este diario, la jerarquía europea estaba digiriendo el golpe, y coordinando el mensaje para calmar a los ciudadanos, y sobre todo a los mercados.
Pero los líderes de las instituciones comunitarias también tienen que responder ante la ciudadanía sobre si han estado a la altura del proceso, o si su torpeza ha complicado que se evite la ruptura de la UE, por lo que también deben asumir responsabilidades como hizo con su dimisión el premier británico, David Cameron.
Al ser preguntado Juncker por una periodista de la BBC sobre si el Brexit representaba el principio del fin de la UE, el luxemburgués respondió cogiendo sus papeles y dando plantón a la prensa en la segunda pregunta, precisamente en una jornada en la que los ciudadanos europeos esperaban respuestas, mientras los eurócratas en la sala aplaudían el gesto de su presidente.
Más que un gesto de firmeza, la incapacidad de Jean-Claude Juncker para encarar esta pregunta fue la más obvia señal de que esta "Comisión de la ultima oportunidad" se ha quedado sin respuestas y, por lo tanto, puede que a Juncker se le haya agotado su tiempo.