Firmas

¿Será España un estado fallido?

  • El populismo ha crecido al calor de argumentos que los datos no apoyan

En síntesis, los Estados fallidos son aquellos que están sometidos a graves problemas de violencia, sus Gobiernos no mantienen la legitimidad en el tiempo, y la mayoría de sus ciudadanos pierde la confianza en los poderes públicos. En el otro extremo están los Estados fuertes, capaces de proporcionar de forma consistente un alto grado de servicios a la población, tanto cualitativa como cuantitativamente.

Tienen importantes niveles de libertad y altos índices de PIB per cápita, como también de desarrollo humano, y bajas cotas de corrupción. Obviamente, España no es un estado fallido. Nada tiene que ver con Sudán, Etiopía, Pakistán o Irak, por poner ejemplos extremos. España ocupa el lugar 26 de los 188 países que se incluyen en el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. Está en la posición 37 de los 175 países en el índice de percepción de corrupción de Transparencia Internacional. Y tiene un valor de 95 sobre 100 en el índice que elabora Freedom House, que estudia las libertades políticas y civiles.

España es una economía desarrollada inserta en la Unión Europea, con una democracia parlamentaria muy descentralizada, que ofrece unos niveles muy amplios de libertades públicas. Todo lo contrario de lo que representa un Estado fallido. Sin embargo, España tiene unas importantes fragilidades que la limitan a la hora de alcanzar mayores cotas de prosperidad. Fragilidades que el análisis que realiza anualmente Fund for Peace demuestra con evidente claridad.

Aún siendo un país estable según esta clasificación, con valores entorno a los 50 puntos, y estando muy alejado de los 120 que marca la zona de máxima alerta donde de nuevo se encuentran los Estados fallidos antes comentados, sufrió en el período 2006-2015 un cierto empeoramiento tal como indica este estudio.

No es por supuesto el caso de Grecia, que este mismo análisis pone a la par, en lo relativo al aumento de la fragilidad del Estado, con Mozambique, Eritrea o Yemen, aunque mantenga aún al país en la zona de Estados estables al lado de Panamá, Montenegro o Bulgaria. España, como decimos, es un país estable de acuerdo con Fund for Peace, que se encuentra en la zona de Italia, Hungría o Eslovaquia, aunque alejado de Francia, Alemania, el Reino Unido, y más lejos de los países nórdicos o de Alemania.

Aún así, no se puede decir que nuestro país tenga hoy defectos democráticos, falta de libertades o una economía deprimida.

La interminable campaña electoral que sufrimos en España bascula sin embargo entre dos posiciones: una que defiende los logros que se han sucedido en la pasada legislatura, sacando a España de un pozo de depresión económica, y otra que muestra un país sumido en las desigualdades, con enormes bolsas de pobreza, con falta de libertades, y necesitado imperiosamente de un drástico cambio de rumbo.

Una posición esta última que pretende empezar todo de nuevo junto a un populismo político de izquierdas que ha crecido con la amplificación televisiva al impulso de ciertos defectos de la política anterior. Y muy singularmente con la corrupción. Un fenómeno que según el índice de Transparencia Internacional comentado antes, se ha reducido en España 5 puntos en el período 2012-2014, contrariamente a lo que mediáticamente se quiere hacer ver. Circunstancia similar a lo que se esgrime al referirse a las desigualdades, donde, según el informe de Naciones Unidas que compara el índice GINI de 188 países, España está en el lugar 17 en cotas de igualdad según la última medición de 2013.

No parece, así a primera vista y con los datos provenientes de instituciones reconocidas internacionalmente, que España esté en la senda de ser un Estado fallido, ni que la corrupción sea mucho mayor que en el pasado o que las desigualdades hayan aumentado de forma dramática, incluso después de haber pasado por una crisis económica sin precedentes.

No quita lo anterior para que nuestro país, aunque se hayan reducido más de 5 puntos porcentuales en la pasada legislatura, tenga una de las cotas más altas de desempleo de Europa (20,1% en abril de 2016 según Eurostat), o que acabara con una deuda pública del 99,2% en 2015, aunque Bélgica estuviera en el 106 %, Grecia en el 176,9%, Portugal en el 129%, o Italia en el 132,7%. A la vez que la economía española creció casi 3 puntos porcentuales más que la media europea.

La lucha política actual no encierra sino una lucha por el poder: todos los contendientes quieren ser presidente del Gobierno. Tres de ellos buscan que se marche el que presumiblemente ganará las elecciones. Los márgenes son tan estrechos que nadie conseguirá una mayoría suficiente como para imponer sus condiciones a los demás.

El futuro previsible es por tanto un esquema de poder en equilibrio inestable. Quizás se acabe teniendo un Gobierno, pero no necesariamente un buen Gobierno. La historia de España está llena de estos casos. Y aunque el país no se convierta en un Estado fallido, se verá aumentar mucho las fragilidades que ya existen y que están necesitadas de urgentes mejoras. Algo que un Gobierno de corte populista será incapaz de hacer.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky