Firmas

EEUU: una campaña ahogada en sangre

  • Mientras no se limite la existencia de armas, la sociedad vivirá alarmada

El rifle de asalto AR-15 usado para la matanza de Orlando es un arma de guerra. Pesa poco y dispara varias docenas de balas en menos de 10 segundos. Es considerada perfecta para matar. Su compra no es complicada. Ni siquiera tras el baño de sangre.

El asesino adquirió sus armas legalmente la semana anterior al crimen. El rifle semiautomático le fue vendido pese a un historial de violencia doméstica y las investigaciones del FBI sobre simpatías hacia el radicalismo islámico.

Un dato escalofriante: en ocho de los dieciséis asesinatos masivos más recientes en EEUU, los antecedentes judiciales y psiquiátricos no impidieron a los perpetradores la adquisición de armamento.

El homicida era musulmán, pero también le movía la homofobia. Desde hace años daba claras muestras de desequilibrio mental y arrebatos de violencia, según relataron su exesposa y antiguos compañeros de trabajo. El Estado Islámico celebró el atentado, aunque su sola declaración no prueba que lo haya dirigido. La invocación del EI pudo ser un intento de investir el crimen de trascendencia. Lo cierto es que la declaración de simpatías para los extremistas y algunos contactos investigados señalan un proceso de radicalización del asesino, nacido en Nueva York y criado en EEUU.

Sería deseable que en esta ocasión el crimen generase además de unidad una profunda reflexión. Lo que está ocurriendo es que se hace política electoralista.

La verdadera calamidad es que en EEUU se ha llegado a la amarga y angustiosa conjunción de dos amenazas: violencia y terror. En un país en el que ya hay más armas que habitantes, éstas son responsables de más de 90 muertes al día. Son pocos los Estados en que existen restricciones y algunos controles previos. En líneas generales, hacerse con un fusil es sencillísimo.

En este escenario irrumpen cada vez con mayor frecuencia y capacidad letal los llamados "lobos solitarios", que a veces no lo son tanto... Es el terror que provocan fanáticos y frustrados de toda laya, dispuestos a acciones suicidas o cuasi suicidas. Son sujetos que atacan por su cuenta objetivos elegidos por ellos mismos. Usan los instrumentos de los que puedan disponer.

La permisividad estadounidense les facilita medios de lo más sofisticado. No suelen tener lazos directos con las organizaciones terroristas que reivindican, si bien se inspiran en ellas. Esa característica los convierte en la peor especie de violencia fundamentalista, porque en la práctica es casi imposible detectarlos y neutralizarlos. Se limitan a estar ahí hasta que deciden matar.

El debate en la disputa por la presidencia entre Hillary Clinton y Donald Trump se centrará, sobre todo a partir de lo ocurrido, en dos cuestiones: el acceso a armas de fuego y la constante amenaza que encarnan grupos terroristas fundamentalistas como el EI.

Curiosamente, cuando habla de asegurar las fronteras, Trump omite señalar que las herramientas letales ya se encuentran en territorio nacional. A disposición de cualquier desequilibrado. Arrogante y populista, agradeció -actitud que merece severo reproche- las felicitaciones de sus seguidores por haber asumido, según él, la postura correcta ante la amenaza del islamismo.

Lo que propone además de prohibir la entrada a los musulmanes es responder a estos hechos animando a los ciudadanos a armarse. En suma: alimentar la espiral de violencia. Al desvarío de Trump se contrapone la reacción de Hillary Clinton. Tampoco ella se opone frontalmente al poderosísimo lobby de las armas. Sin embargo, al menos -y a la vista de la conexión saudí- la exsecretaria de Estado denunció la financiación a nivel global del extremismo por Arabia Saudí, entre otros países. Señaló que "el terrorista de Orlando murió, el germen que ha envenenado su alma sigue vivo".

Bernie Sanders, que por el momento no se ha retirado oficialmente, pide no culpar al islam e insiste en una prohibición de vender armas automáticas. Lucha todavía para asegurar que una serie de temas se incluyan en la plataforma demócrata. No parece que presentará cara a la ya virtual candidatura de Hillary en la convención de julio.

El presidente Obama ha expresado la lección más evidente: adoptar controles sobre la venta y posesión de potentes armas de fuego. Se ha conseguido muy poco. Los fuertes intereses agrupados en torno a la National Rifle Association, y su peso en la campaña -especialmente, pero no solo- del partido Republicano, impiden cualquier avance. Mientras no se acabe con el poder de esta asociación y se limite la existencia de armas la sociedad norteamericana vivirá en una alarma constante. Temiendo que después de cada matanza empiece la cuenta atrás para la siguiente.

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