Puede que el elector español tenga un natural hastío para votar nuevamente por la sensación de inutilidad. Se auguran resultados similares y, vista la demostrada incapacidad por parte de los dirigentes políticos de pactar, es incierto para qué servirá su voto. Por eso es posible que la abstención intencionada aumente.
A todo esto se puede añadir un factor circunstancial. El 26-J es domingo en un mes de exámenes y vacaciones. En la universidad se realizan los anteriores exámenes de septiembre (la repesca). De manera que muchos jóvenes estarán distantes de su lugar de empadronamiento en geografía u ocupación o no estarán para distracciones.
Otros estarán en periodo de vacaciones, de prácticas en el extranjero o simplemente viajando por placer o por aprender idiomas, una costumbre cada vez más extendida. Los progenitores de las familias con hijos pequeños los tendrán en sus lugares de veraneo, la segunda residencia, el extranjero o en campamentos, y el 26-J puede que estén con ellos: visitándolos o compartiendo su ocio.
Para muestra un botón: en Alicante dos días antes son las Hogueras de San Juan y, si se va a verlas, la tentación de quedarse hasta el domingo en la playa y volver tarde es grande. Sin contar quienes por razones de trabajo y de economía se van de vacaciones en junio, que es más barato.
De ahí el riesgo de que aumente la abstención sobrevenida por estas circunstancias. Para evitar que "nos pille el toro" queda una solución: el voto por correo. En un futuro, no muy lejano, la liturgia de acudir a las urnas será una antigualla. La "democracia electrónica" permitirá votar desde lugares remotos por el ordenador, móvil o, como se dice en Suramérica, el celular.
En el granadino pueblo de Jun ya es una costumbre reconocida mundialmente. Pero hasta que eso ocurra hay que ser conscientes de que el 26-J es una fecha que tiene sus peligros para ejercer la responsabilidad de votar. ¡Adelántese!
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