Estamos hechos un lío con las próximas elecciones. Cada medio de comunicación hace su sondeo semana a semana. En términos generales coinciden: ganará el PP; se mantendrá el PSOE, más o menos; Podemos dependerá de si se alía con IU y Ciudadanos crecerá. Pero no acaban de aclarar la situación, porque una pequeña variación del resultado da diversas combinaciones o, incluso, que no haya Gobierno.
La información que ofrecen parece la del contable que anuncia una quiebra: precisa pero inútil, porque ya no hay solución. No sirven para tomar decisiones. No las de voto, que pertenecen a la intimidad personal, sino las económicas. Se afirma por expertos económicos que hay proyectos de inversión esperando la composición del Gobierno para iniciarlos, o no.
Decisiones que, a la vista de la incertidumbre que arrojan los datos de las encuestas, se han pospuesto; primero esperando el 20-D; luego las negociaciones entre grupos parlamentarios; ahora al 26 de junio y en el futuro a las combinaciones que den lugar al posible Gobierno. Más de seis meses de espera para unas decisiones de las que depende uno de los temas más importantes: la creación de empleo y su consolidación para el futuro. Las encuestas "cocinadas" -en el buen sentido- por los expertos en demoscopia no aclaran nada.
Porque no sólo son inútiles a estos efectos, tampoco son precisas. La cocina que transforma los votos directos en probables se basa en hipótesis discutibles. ¿Aumentará la abstención? Parece que sí, pero ¿a qué partidos favorece? ¿Serán fieles los votantes a su elección del 20-D? En unos partidos más que en otros. ¿En cuáles? Nunca ha habido una repetición de elecciones, no hay experiencia histórica para la conversión del voto directo en probable, lo que complica la cocina. Conclusión, ni son precisas ni útiles para las decisiones económicas. Otra cosa es para el voto, porque no son neutrales, su mera publicación influye en él.