
El gran gurú español de los headhunters o caza talentos, Luis Conde, que se dedica a buscar grandes directivos para las empresas, sigue con la tradición española de mezclar política y caza. Esta vez no hay que llevar escopeta, solo tenedor y cuchara. Año tras año invita a una abigarrada multitud a comer. En su casa de la provincia de Gerona los comensales degustarán civet, un guiso de jabalí, caza del lugar.
Allí, como en la película de García Berlanga, La escopeta nacional (1978), se reúnen personalidades políticas y empresariales. Es como un gran mercado. En el film, un comerciante catalán, interpretado por José Sazatornil intenta conseguir favores del político, ya que entonces, antes de la entrada en la UE, la industria que representaba aún tenía el mercado español cautivo.
Era la sociología más pura del poder franquista. Pero la democracia parece haber cambiado las tornas. Ahora no son los empresarios, con su poder monetario, los que van a pedir a los políticos; son lo políticos los que se quieren dejar ver por los capitanes de empresa. ¿Por qué? Porque muchos de ellos saben que están en una profesión de tránsito.
Amigos empresarios como estrategia
El político es un interino, mientras el banquero, por ejemplo, tiene la plaza estable, ¡cosas de la democracia! Un político sensato sabe que está permanentemente en "expectativa de destino" y, si aún no está cerca de la edad de jubilación, deberá pensar en qué ocupar su tiempo e, incluso, cómo subsistir económicamente cuando deje el cargo que ostenta.
Así que parte de su estrategia personal es mantener amistades empresariales, por si alguna vez necesita una puerta giratoria, ¿y dónde mejor poner el anuncio en un sarao cuando el anfitrión es un headhunter? Conseguir una invitación para esa comida es un paso para sentarse en algún Consejo de Administración o ser asesor áulico en una gran empresa, algo cómodo y bien remunerado. Así que: ¡buen provecho! (gastronómico y del otro).