
Nuestros políticos no despiertan si no es a bombazos. Y el rosario terrorista es largo, extremadamente largo: Copenhague, Madrid, Londres, Boston, París, Bruselas? Tras cada masacre nuestros responsables-irresponsables mundiales afirman, prometen, proponen. Y levantando admonitoriamente el dedo aseguran que se tomarán las medidas necesarias, que es precisa la coordinación policial y de información, una profundización en la integración social, una educación inclusiva en la escuela, un control del yihadismo en determinadas mezquitas.
Y la pregunta es inevitable: ¿por qué tiene que hacerse tras cada explosión lo que era evidente que debía haberse hecho antes de ella? Porque nada nuevo existe en cada solemne y rotunda posición "anti-yihadista" que no pudiera haberse llevado a cabo con anterioridad. Y ahora se enteran que es necesaria la derrota física, militar del Estado Islámico en Medio Oriente. Ahora, tras una treintena de cuerpos destrozados en Bruselas, son conscientes, o así dicen, que califa El-Bagdadi y su criminal Estado deben ser eliminados.
Olvidan, o no quieren recordar, que Daesh tiene ya casi tres años de existencia en un territorio de 1.400 kilómetros de este a oeste en el que habitan-padecen más de 6 millones de personas. ¿No sabían tanto desde países que se afirman amigos, como incluso de alguno miembro de la OTAN?
Hace unos meses acudí al Kurdistán, a Irak. Ahora vengo de Libia. Y no solo de departir con diplomáticos o expertos académicos, sino con quienes combaten, luchan y mueren. Quienes, como yo, no pueden entender ni admitir que hayamos mantenido al Daesh en el congelador en lugar de haberlo aplastado. También ahora nuestros políticos se enteran que Daesh es mucho más que una realidad: es un hecho simbólico desde Mauritania a la frontera persa. Un desafío fundamentalista "victorioso" frente a la coalición universal. ¿Un territorio rodeado capaz de sobrevivir? ¿Ustedes se lo creen?