Firmas

No queremos pensar a pesar de la facilidad para obtener información

Nunca, a lo largo de toda nuestra historia, habíamos tenido acceso a tal cantidad de información. Nunca habíamos tenido a nuestro alcance los medios y facilidades de los que ahora disponemos para recibir una formación de alta calidad.

Ambos factores, formación e información, combinados de forma mínimamente inteligente, deberían generar un resultado extraordinario: hombres y mujeres preparados, con el criterio suficiente para, en función de los datos de los que disponen, tomar decisiones razonadas y fundamentadas.

Y, sin embargo, actuamos de forma diametralmente opuesta. Nos movemos, como sociedad, a golpe de eslogan, de titular. O, lo que es peor, al ritmo que nos marcan nuestros miedos y sentimientos. Es un fenómeno común en toda Europa. Y eso es lo que, en gran medida, permite explicar el auge de las políticas populistas.

En el norte, el temor a una avalancha de refugiados, ciudadanos de un mundo desconocido, con una cultura que tememos, porque nos es ajena, ha generado un auge sin precedentes de la extrema derecha. No hay medias tintas, no se buscan las fórmulas para integrar a los que lo desean. Gana el sensacionalismo, la política del trazo grueso. En el sur del continente, triunfa la extrema izquierda. Es la respuesta adanista a años de crisis y austeridad.

Como no nos gustan las exigencias, rompemos con todo. Aunque el sentido común nos dicte que, en el fondo, es imposible. Quizá es que nos han educado así: nos han dado formación e información, pero no nos han enseñado a pelear por lo que queremos, a apechugar con las consecuencias de nuestros actos. Y, por eso, se lo encargamos a otros, a aquellos que nos dicen que la mejor forma de enfrentarse a un problema es hacerlo desaparecer de nuestra vista. Acabaremos por darnos cuenta de que no es más que una vana ilusión, cuanto más tarde despertemos, más duro se nos hará levantarnos de nuevo.

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