Firmas

Un pacto por el éxito

Mariano Rajoy. Imagen de EFE

Si para cualquier aventura empresarial alcanzar los 10 años de éxito es un logro digno de admiración, hacerlo en el competitivo mercado del periodismo económico español -uno de los más prestigiosos de Europa- sólo puede hablar de la excelencia del proyecto que lo sustenta. Así es. En muy pocos años, el periódico capitaneado por Alfonso de Salas y Amador Guerrero Ayora se ha convertido en un referente de solvencia y credibilidad en nuestra prensa nacional, gracias a la independencia y el rigor de una plantilla de profesionales comprometida con la información libre y de calidad. Consulte el especial 10º aniversario de elEconomista.es

Así lo han demostrado desde el día en que elEconomista irrumpió con fuerza en la red y apareció en los quioscos de nuestras calles. Sus redactores han narrado inmejorablemente los éxitos y las incertidumbres de nuestra vida económica en la última década. En estos años, elEconomista ha relatado, con la misma seriedad e independencia de criterio, los hitos más negativos y positivos de nuestra evolución económica:desde la masiva destrucción de puestos de trabajo entre los años 2008 y 2012, hasta los bien merecidos récords actuales en crecimiento y en creación de empleo que España ostenta hoy en día en la Unión Europea. Haciendo suyos los valores del talento y del espíritu emprendedor de nuestros empresarios, este gran periódico ha servido de guía en momentos de severa incertidumbre y, al mismo tiempo de apoyo firme de los éxitos de nuestra vocación exportadora y de la internacionalización de nuestros emprendedores, convertida ya en una apuesta ganadora de nuestra economía.

En definitiva, elEconomista ha estado ahí tanto en los momentos más duros de la crisis como en el despegue de nuestra recuperación. Una recuperación conseguida a base de reformas ambiciosas y esfuerzos compartidos, con la que España ha conseguido crear un millón de puestos de trabajo en los dos últimos años, situarse en la vanguardia del crecimiento europeo y volver a generar certidumbre y confianza en empresarios, analistas e inversores dentro y fuera de nuestras fronteras.

Estabilidad y reformas: esas han sido las claves del nuevo horizonte económico español. Reformas que han concitado las unánimes alabanzas de organismos, instituciones y foros internacionales como el G-20. Pero lo conseguido hasta ahora -insuficiente, es verdad, para acabar con las intolerables cifras de paro que aún nos asolan-, es solo un avance de lo que juntos podemos alcanzar si mantenemos el rumbo de nuestra política económica. Una meta que yo he sintetizado en una cifra que es mucho más que simbólica: 20 millones de españoles trabajando y cotizando a la Seguridad Social en el año 2020.

Escuchamos estos días a dirigentes políticos hablar de la derogación indiscriminada de las mismas reformas que nos han sacado de la crisis económica. ¿Cuál es el imbatible argumento técnico que sustenta este ímpetu revocatorio?: que las aprobó un Gobierno del Partido Popular. No es casual que quienes invocan esta derogación urbi et orbi de toda una legislatura sean dirigentes del partido cuyas recetas económicas nos hundieron en la crisis hasta la médula. En un escenario internacional crecientemente complejo y sumido en la incertidumbre, añadir gratuitamente inestabilidad y desconfianza respecto al rumbo de nuestra política económica es el peor favor que nos pueden hacer a todos.

No es de extrañar que, en esta tesitura, se empiecen a detectar incipientes indicios de preocupación dentro y fuera de nuestras fronteras. En modo alguno son irreversibles. Pero, mientras dure la formación de un nuevo Gobierno, nadie debería amenazar con irresponsables revisionismos dictados desde la ideología contra los éxitos incontrovertibles de las grandes reformas emprendidas por España en los últimos cuatro años.

Hablemos claro. El Partido Popular no participará de una política de tierra quemada contra su propia acción de Gobierno. En primer lugar, porque supondría la negación de sí mismo y una traición imperdonable a sus más de siete millones de votantes. Pero, sobre todo, porque tengo la seguridad de que eso sería objetivamente malo para España, cuyo reloj retrocedería en el tiempo hasta los peores momentos de 2011 y 2012, cuando transitábamos, dramáticamente solos, por el cráter del precipicio económico. Debemos dialogar, debemos negociar y debemos pactar en aras de un gran acuerdo que una a las principales fuerzas constitucionalistas en torno a una fórmula seria de Gobierno y de un proyecto sólido y solvente para España. Personalmente, tengo la mano tendida y abierta.

Cualquier pacto implica cesiones generosas de las partes contratantes -y el PP está dispuesto a ellas-, más aun cuando éstas se realizan por el interés general de los españoles. Podemos, en definitiva, hablar de todo, salvo de cualquier cosa que implique el mínimo riesgo de la ruptura de la unidad de España, la quiebra de la igualdad de los españoles, la desobediencia impune a la ley y -añado- la desatención al más elemental sentido común en materia de política económica.

El Partido Popular ha puesto sobre la mesa cinco grandes propuestas de Acuerdos de Estado, con los que el Partido Socialista y Ciudadanos deberían sentirse cómodos para empezar a negociar con el partido que concitó el respaldo mayoritario de los españoles en las elecciones generales. Pero ninguna negociación, por muy abierta que sea, debe pasar por alto el lugar donde nos situaron los ciudadanos a cada uno de nosotros el pasado 20 de diciembre. Si el Partido Popular debe liderar el futuro Gobierno con toda justicia es porque, como vencedor de las elecciones, así lo quisieron los españoles, de la misma forma que quisieron que el PSOE fuera el segundo partido (con más de 30 escaños menos que el primero) y que Ciudadados fuera el cuarto, con menos de una tercera parte de los escaños del PP. Detrás de la fría aritmética hay una voluntad clara expresada en las urnas. Nadie debería olvidarlo.

España está en las mejores condiciones para hacer frente a los retos más ambiciosos. Si mantenemos el rumbo de las reformas y la estabilidad, si conseguimos formar un Gobierno fuerte y sustentado por sólido respaldo parlamentario, lo que narrará elEconomista será una década de éxitos admirables para nuestro país. Confiemos en que así sea.

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