
En una tribuna pasada calificaba a Donald Trump como dolor de cabeza. Crece imparable el número de simpatizantes que le apoyan, protestando contra la clase política convencional. Con su mensaje populista y xenófobo, el controvertido multimillonario ha llegado a los ciudadanos que se sienten abandonados económica y socialmente. Ha sabido transformar su odio y amargura en peligroso instrumento arrojadizo.
También ha captado la atención de muchos cristianos evangelistas, que se inclinaban por Ted Cruz. Lo mismo ha sucedido entre los moderados, que lo hacían por Marco Rubio. En el partido republicano no estaban preparados para esto. Se les acaban los argumentos. Los demás candidatos del partido se ven incapaces para detener a Trump. El partido republicano ha sido el gran perdedor de este supermartes. ¿Qué puede hacer el GOP (Grand Old Party) a partir de ahora? La falta de ideas en el seno de la formación es preocupante. El quebradero de cabeza se ha convertido en parálisis.
Las alarmas se han encendido muy tarde, quizá demasiado. El fanatismo antilatino, extravagancia y megalomanía de Trump se traducen en delirantes propuestas de economía y política internacional. Algunos ejemplos: su idea de construir un muro en la frontera con México que, según él, obligaría a pagar a los mexicanos, su propósito de deportar a casi 11 millones de inmigrantes o su inaceptable apoyo al uso de la tortura. ¿Qué nivel de frustración debe sentir la sociedad estadounidense cuando algunos sectores piensan poner su destino en manos de semejante personaje? Lo peor es que Cruz, Rubio y Kasich, único candidato republicano realmente moderado que queda en carrera, han prometido -aunque a regañadientes- respaldar a Trump si resulta ser el elegido. Resulta difícil conciliar el partido de Abraham Lincoln, que abolió la esclavitud, con un aspirante presidencial que ni siquiera considera necesario distanciarse del Ku Kux Klan.
Hay dos tercios de votantes republicanos que están a favor de otros candidatos. El problema es quién liderará esta alianza: ni Cruz ni Rubio se muestran dispuestos a dar su brazo a torcer. Queda la posibilidad -difícil- de intentar que no llegue a la convención republicana con una mayoría de delegados. Si el polémico millonario ganara la mayoría de Estados y fuera el que tuviera más delegados si esa cifra fuera inferior a la mitad más uno en el particular sistema electoral de EEUU, podría darse el caso de que en la convención un frente anti-Trump aún lo derrotara. Conocidos republicanos están empezando a hablar abiertamente de negar su apoyo a Trump, y sobre la búsqueda de un candidato alternativo. La rebelión contra él es muy real. Es un constante goteo de los miembros republicanos del Congreso. Se habla de encontrar una "tercera opción". Trump es consciente de ello y tiende la mano: "Soy un unificador". De todas formas, avisó desde el principio que, si fuera necesario, se presentaría como independiente con una fuerza que no puede detener la formación que le catapultó a la campaña electoral. Si el candidato Trump existe es porque los partidos se muestran incapaces de dar respuesta a los problemas de la población. A la falta de ideas se une el hecho - injusto amén de absurdo, si nos paramos a pensarlo - de que la potencia democrática del planeta haya elegido alternativamente durante décadas a miembros de dos mismas familias. Es comprensible el hastío ante la idea de ver otra vez una carrera Clinton-Bush para llegar a la Casa Blanca. La sensación de engaño ha hecho posible la aparición de Trump por los republicanos y, con menor fuerza, Bernie Sanders entre los demócratas. El gran beneficiado en estos momentos de la parálisis republicana es el Partido Demócrata. Y dentro de él, Hillary Clinton, que ha consolidado su ventaja tras el supermartes. Atenta a lo que ocurre, "entiende que hay mucha frustración" y quiere llevar un mensaje positivo.
De momento, las encuestas indican que un enfrentamiento directo entre Clinton y Trump se dirimiría fácilmente a favor de la demócrata. Sin embargo, Trump ya fue subestimado en las primarias y hoy la candidatura del magnate neoyorquino se encamina hacia la nominación. Clinton sigue sin despertar pasiones dentro de un electorado clave demócrata, los jóvenes. Y la mayor baza de Trump es que está atrayendo a gente nueva hacia el partido. Personas que antes no participaban en política o que incluso solían votar a los demócratas. La lucha continúa. La próxima gran cita, en Florida el día 15.
La crisis de credibilidad del sistema norteamericano afecta a toda la clase política. Y mucho.