
A medida que pasas en zigzag por cada una de sus salas, una poderosa sensación de angustia se apodera de ti. Al llegar a la última, sientes dolor y ahogo, te falta el aire para respirar. En el Museo Yad Vashem, o Museo del holocausto, haces el recorrido de la víctima, el ser humano aislado y marcado, despojado primero de sus posesiones materiales y después de su identidad para, por último, acabar vilmente asesinado en loor de un ideario totalitario.
Es un camino que todos los escolares de Israel -todos, no sólo los judíos- hacen al menos una vez. Conocer la historia para evitar repetirla, ése es el objetivo. Vidas rotas es un libro, escrito mano a mano entre Rogelio Alonso, Florencio Domínguez y Marcos García Rey. Es la historia desgraciada, capítulo a capítulo, con nombre propio, de todas las personas a las que durante las últimas décadas ha matado la banda terrorista ETA. Forma parte de la historia de nuestra democracia.
Les señalaron, persiguieron, les acosaron y vilipendiaron para, por último, acabar con ellos con una bomba lapa o un tiro en la nuca. Debería ser una obra de obligada lectura. Lamentablemente para la democracia española es un libro más. En nuestras aulas, probablemente, un gran desconocido.
Unos acabaron con millones de vidas, otros con algo más de mil, pero uno y otro, el nazismo y ETA, comparten la misma raíz totalitaria y el mismo objetivo: eliminar, borrar del mapa al que según su lógica animal no comparte su ideario, no representa la supuesta pureza de su "raza".
La diferencia es que nadie, o casi nadie, salvo Irán tal vez, discute la maldad intrínseca del nazismo, mientras que la serpiente de ETA no sólo anida en nuestras instituciones sino que para algunos ostenta la "dignidad" de movimiento político.