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Hondo peligro sobre España

El riesgo político de España se agiganta. En este otoño, con las campañas y resultados de las elecciones autonómicas catalanas del 27S y las elecciones generales españolas del 20D, se hincharon la incertidumbre política, la confrontación social y la instabilidad económica. La energía política se ha disparado y no alcanza a consumirse.

En Cataluña, la mayor participación dejó a los separatistas en minoría de votos. Pero el curso político se torció en las elecciones generales españolas, al no obtener mayoría ningún partido. De modo que en Cataluña los separatistas y los más revolucionarios aprovecharon para juntar escaños y mantener capturado y al servicio de su rebelión al gobierno de la Generalitat. A su vez, en el conjunto de España los constitucionalistas no entendieron que un Gobierno de coalición era una necesidad de la democracia y una magnífica oportunidad para el país. Primaron otras pretensiones y las perspectivas de España no son halagüeñas. En el corto plazo, hasta la formación de un Gobierno o la convocatoria de nuevas elecciones generales, continuará la degradación de la vida política y de la economía. En el medio plazo, la dinámica política, social y económica depende del gobierno que pueda formarse ahora o del que se vaya a formarse tras unas nuevas elecciones generales. Y en el largo plazo? la capacidad institucional y la competitividad de España no parecen suficientes para superar los retos esenciales que enfrentan sus sistemas político, social y económico.

Por una vez, corresponde ser pesimista sobre el futuro, sobre el futuro de España: hechos inverosímiles e innombrables como los del 11M y 13M 2014, la degradación del Estado de derecho, la descomposición del sistema de Comunidades Autónomas en 17 reinos de taifas que propenden a ser Estados completos, su culminación en el golpe de Estado en curso en Cataluña, la impotencia del sistema institucional español para regenerarse y para superar el desafío secesionista. Todo ello se antoja gravísimo, aunque se tenga por habitual. Ciertamente, el relato sobre las bondades de España es muy difícil.

Desde el punto de vista interior, pues, España se cuece al fuego lento de su política. Vale decir que los fundamentales de la economía española son mejores que los desempeños de su política. Con todo, los valores negociados en la bolsa española soportan pérdidas muy considerables y mayores que los de las bolsas foráneas. Desde abril 2015 han perdido el 29 por ciento de su capitalización. Desde el punto de vista exterior, esta España de hoy se encuentra en un contexto complicado y crecientemente negativo. En efecto, la economía europea no confirma su recuperación y las economías emergentes muestran signos de desfallecimiento e importantes limitaciones. Aunque sople viento de cola en forma de bajos precios del petróleo y de las materias primas, en el mundo la actividad y el empleo no despegan. El riesgo deflacionista se agranda.

En esta situación política interior y económica exterior se entenderá que la inversión y el empleo -la gangrena de la economía española- tengan escasas posibilidades de crecer ni aun de mantenerse. Pero no sólo la política española y la economía internacional sino también la política internacional ayudarán poco al devenir de España. Los retos geoestratégicos son sustanciales. El martirio de nuestro vecindaje mediterráneo ha cerrado mercados y generado una oleada de refugiados y emigrantes.Más inmediatamente y de forma insospechada, la Unión Europea es fuente de turbulencias, indecisión y división en aspectos muy numerosos: eurocrisis, gobernanza económica, libre circulación, inmigración, Brexit, oleoductos, PAC? Luego, en el corto y medio plazo la degradación de la política, de la economía y de España misma encontrará pocos contrapesos en su calidad institucional interior, en Europa y en la dinámica internacional.

La democracia española no ha sido capaz de resolver el desafío separatista catalán, que ha ido creciendo al albur de sus déficits. De continuar y agudizarse la incertidumbre política y el riesgo económico, España ¿será una democracia fallida? España ¿será un Estado fallido? Probablemente, no. Acaso, llegadas a un punto de máxima aflicción, España y la democracia española alcancen a superar su presente reto. De momento, España y todos los españoles han empezado ya a pagar el alto coste político, social y económico que supone el haber jugado durante lustros con el Estado de derecho.

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