
Es una imagen grotesca y deformada de la realidad lo que vemos ante nuestros ojos o los espejos nos devuelven el fiel reflejo de un esperpéntico presente? Me pregunto a qué conclusiones llegaría Max Estrella, porque del devenir de la vida política española en las últimas semanas se puede deducir ambas. Si nos creemos a pies juntillas lo que los aspirantes a formar Gobierno nos están diciendo, solo podemos llegar a una conclusión: voluntariamente o forzados por los acontecimientos, nos mienten.
Nos sirven de muestra unos pocos ejemplos. Rajoy nos dijo que se prestaría a un debate de investidura perdido de antemano para desdecirse 24 horas después y cederle el testigo a su adversario y Sánchez asegura que no pisará las líneas rojas de su partido cuando ya ha favorecido a los nacionalistas en el Senado dándoles un grupo propio.
Pero es Iglesias el que se lleva la palma del donde digo Dije digo Diego. De no querer entrar en un Gobierno a erigirse en vicepresidente, de auto-nombrarse adalid de las políticas sociales a exigir cualquier cartera en el nuevo consejo de ministros que nada tenga que ver con ellas.
¿No le vendría mejor Sanidad y Consumo que Interior o Defensa para alcanzar sus supuestos objetivos? La pregunta que sugiere su comportamiento es: ¿estamos asistiendo a un teatro, una deformación de lo que ocurre entre bambalinas para uso y disfrute de una opinión pública que sigue la vida política a través de la televisión como si de una comedia se tratara? ¿O no vemos más que lo que hay, el fiel reflejo de la preocupante degradación de nuestra clase dirigente?
Supongo que a todos nos gustaría creer que la primera opción es la válida y hay movimientos discretos encaminados a buscar alianzas para facilitar la formación de un Gobierno que podrían confirmar esa hipótesis. Lo triste es que probablemente la mayoría tampoco nos atreveríamos a descartar que la cierta fuera la segunda opción.