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Las escuelas de negocios también somos educación

  • El reto consiste en transmitir sabiduría, además de datos y conocimiento

Hace unas semanas tuve la oportunidad de participar en una Jornada titulada También somos educación, organizada por la Asociación de Amigos de la Marca España. El objetivo fundamental de dicha Jornada era poner de manifiesto la existencia de ámbitos en los cuales contamos con instituciones, empresas o personas referentes a nivel internacional y en los que nuestro país ha dado y sigue dando ejemplos muy positivos.

Como representante del sector de las escuelas de negocios, surgió la pregunta de por qué el éxito de nuestras escuelas a nivel internacional. Creo que para comprender esto es fundamental retrotraerse a la creación de algunas de ellas, lo que se remonta a los años 50, es decir, a una España en blanco y negro, semiautárquica, con gravísimos problemas para relacionarse con el exterior y anterior al Plan de Estabilización de 1959. Esto significa que en ese contexto hubo un grupo de personas absolutamente visionarias, con una capacidad extraordinaria de anticiparse a los tiempos. Desde entonces, anticiparse a los tiempos ha sido el gran reto de estas escuelas.

Esa visión es completada por una misión que se centra en el valor de la educación. Una formación muy vinculada a la realidad y necesidad de las empresas y con una clara apuesta por la generación de conocimiento, es decir, por la investigación aplicada. La educación, en definitiva, como elemento clave y diferencial del desarrollo económico y social de las personas, las organizaciones y los propios países.

En contra de lo que en ocasiones se argumenta, el carácter privado de la gestión no es en absoluto una condición suficiente ni tampoco estrictamente necesaria. Existen multitud de ejemplos de gestión privada en el ámbito de la enseñanza con resultados variopintos y exactamente lo mismo podría decirse de la gestión pública. Al final, es un tema básicamente de incentivos adecuados. En este sentido, tiende a simplificarse el mensaje de que no existen Universidades españolas entre las primeras del mundo. Sin embargo, convendría incorporar al menos dos matices a este hecho. Por un lado, probablemente sería más relevante hacer un análisis del sistema en su conjunto, es decir, no tanto ni exclusivamente de Universidades excelentes como de la calidad media. Por otro, el resultado del análisis sería radicalmente distinto si en vez de utilizar a las Universidades como unidad de medida, utilizáramos las Facultades, Escuelas o Departamentos. Así, nuestros ingenieros o médicos tienen una gran reputación y una gran demanda a nivel internacional. Pero si la visión y la misión son claves, no lo es menos la capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos. En estos momentos, existen dos variables que están condicionando la actuación de un porcentaje elevadísimo de organizaciones: globalización y digitalización.

Nuestras escuelas de negocios de referencia decidieron ser globales hace bastante tiempo. No en vano, Barcelona y Madrid se encuentran entre las ciudades con más estudiantes internacionales a nivel mundial, en lo que priman no sólo factores como el estilo de vida sino también la calidad y capacidad de innovación de nuestros centros y escuelas. A las aulas de nuestras escuelas de negocios acuden participantes de multitud de nacionalidades, de ahí la importancia de que Financial Times o The Economist nos sitúen en posiciones relevantes. Dicha globalización se completa con la existencia de multitud de alianzas con instituciones de primer nivel mundial. La globalización tiene un efecto enriquecedor sobre la experiencia que se vive en las aulas porque no debemos olvidar que globalización no significa que estemos ante un mundo uniforme. La multiculturalidad es un ingrediente muy valorado por los estudiantes.

No cabe duda de que estamos asistiendo a una verdadera revolución digital. Dicha revolución conlleva en el ámbito de la educación cambios radicales por el lado de la demanda y de la oferta. Por el lado de la demanda, las empresas y los individuos piden cosas absolutamente distintas y que los "catálogos" actuales de formación no pueden satisfacer. Se habla de cerca de 300.000 puestos en la Unión Europea que el año pasado no se pudieron cubrir por falta de perfiles adecuados. Una vez más, la realidad va por delante de la oferta formativa. No en vano, se afirma que un porcentaje muy elevado de las ocupaciones de un futuro no muy lejano son actualmente desconocidas.

Por el lado de la oferta, nos encontramos ante una variedad que es casi ilimitada, fragmentada y en ocasiones bastante superficial. En esta oferta entran nuevos actores que hasta ahora eran irrelevantes en el ámbito de la formación. Proyectos como Singularity, con el apoyo de Google o la NASA, nuevas propuestas como los denominados nanodegrees o el proyecto Minerva, desarrollado con 33 personas seleccionadas entre miles de candidatos, conllevan el que conceptos como aula o campus quedan totalmente desfasados.

Minerva era la diosa de la sabiduría. Ése es precisamente el gran reto: pasar de la transmisión de conocimientos a la transmisión de sabiduría, en un mundo tan complejo y cambiante como el actual. El que sepa cómo se hace eso, será el gran visionario del futuro. El reto no es menor.

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