Firmas

Votamos nosotros pero deciden ellos

En la imagen la infanta Cristina durante el juicio.

Vivimos días interesantes. No podemos pedir más. El tiempo nos dirá si estas jornadas pasarán a la historia para bien o para mal, que de todo ha habido en nuestro pasado.

En Palma se inicia un juicio, el del caso Nóos, que deja un sabor de fin de época sin que los indicios que apunta la nueva nos muestren a las claras por qué cauces discurrirá nuestro futuro. Nos han dicho que está en nuestras manos. ¿Lo está?

Ha sido, sin duda, la exigencia de una sociedad española acosada por la crisis, soliviantada ante la sensación de injusticia, la que ha enviado a la hoguera judicial los excesos de los poderosos en los últimos años. Sin esa presión, canalizada y exacerbada en ocasiones a través de los medios de comunicación, más de uno se hubiera ido de rositas, como ocurrió en el pasado -"avalados por las urnas", nos decían-.

La imagen de toda una Infanta de España sentada en el banquillo de los acusados hubiera sido impensable hace unos años. Y ahí está. Veremos a ver si, en caso de absolución o sobreseimiento, se contentan los que a bombo y platillo la han condenado de antemano. Lo que en cualquier caso queda en evidencia es que, no sin dificultades, la Justicia, el Estado de Derecho, ha funcionado. En una encrucijada peligrosa. Y extrema. Y no es baladí a la vista de lo que se avecina.

Con la amenaza en marcha desde Barcelona, de la ruptura de la nación y de la voladura del marco constitucional, en Madrid se dibuja un panorama político incierto y endiablado. Nos dieron la palabra. Y fuimos a votar. Pero ahora da la impresión de que las decisiones que tomen con el aval de nuestra papeleta no están ya a nuestro alcance. Ya se preocuparán dentro de unos meses. O de cuatro años.

Los egos de los vanidosos, de nuevo, parecen pesar más que el interés común. El consuelo es que las instituciones -ya lo hemos visto- funcionan, porque ya lo han demostrado.

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