
Desde el 20 de diciembre los medios de comunicación y los dirigentes políticos dedican exclusivamente sus análisis y sus declaraciones a los resultados electorales y las posibilidades que éstos encierran a la hora de formar Gobierno. Sin embargo el discurso del Rey del 24 de diciembre ha pasado apenas sin pena ni gloria.
Los ligeros y fugaces comentarios al mismo se han centrado en las reiterativas, y hasta cansinas, apelaciones a la Constitución hechas por Felipe VI y a su primaria concepción de la unidad de España. Sin embargo han quedado sin comentar determinados aspectos del discurso que para el autor de estas líneas son más que inquietantes.
¿Cómo afrontar el futuro?
Me refiero al párrafo en que el Jefe del Estado aborda el problema de los jóvenes para que puedan recuperar lo que nunca se debe perder: la tranquilidad y la estabilidad con la que afrontar el futuro y la ilusión por un proyecto de vida hacia el mañana.
Tras esas palabras, que oídas captan la atención rápidamente, el autor de las mismas plantea la solución que todos deseamos: un crecimiento económico sostenido que permita seguir creando empleo - y empleo digno - que fortalezca los servicios públicos esenciales como la sanidad y la educación. Y además permita reducir las desigualdades.
De entrada habría que recordarle al Rey que el crecimiento económico, medido a golpes de PIB, apenas ha creado empleo y el que ha conseguido ha sido de muy baja calidad y además en condiciones precarias. Es decir, ese es un camino inútil para los objetivos que el propio Rey plantea. En segundo lugar y tras la Cumbre de París sobre el cambio Climático, ha quedado subrayada la inviabilidad para la salud del Planeta de un crecimiento perenne bajo los parámetros de explotación exhaustiva de los recursos y su incidencia en el efecto invernadero.
¿Se refería Felipe VI a un crecimiento de los servicios y actividades necesarias para la calidad de vida de la ciudadanía? Si así fuera, es que el Jefe del Estado aboga por una mayor presencia del Estado en la economía. ¿O acaso piensa que lo conseguiría la iniciativa privada? Ante esa duda sin despejar, el mensaje real, como siempre: palabras, palabras, palabras.