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Para acabar con el terrorismo hay que dejar de vender armas

El senador francés Jean Arthius, asesor del primer ministro Balladur (1993-1995), elevó a éste un informe que concluía así: "Hoy existe un divorcio entre el interés de la empresa y el interés de la Nación". Precisamente fue la Francia revolucionaria quien dejó claro que la Nación es el pueblo jurídicamente organizado.

Arthius señalaba que pueblo y empresa tienen intereses contrapuestos. Francia es el tercer exportador de armas tras EEUU y Rusia. El pasado año triplicó sus ventas, fundamentalmente a la Arabia Saudí que conjuntamente con EEUU, Israel y Gran Bretaña han creado y armado al Estado Islámico.

Francia hizo en Libia lo mismo que EEUU en Irak. El fruto de aquellas operaciones de rapiña en beneficio de empresas petroleras y de armamentos ha sido la incentivación del terrorismo, como en Afganistán se hizo apoyando a Bin Laden. Pero, no nos engañemos; los atentados de París son horribles, aunque no tanto ni tan numerosos como los que diariamente se hacen en Siria, Irak...

La mayoría de las víctimas del terrorismo islamista son árabes. Si de verdad se quiere acabar con ese mal hay que asumir que, además de las medidas policiales y judiciales de un Estado de Derecho, es necesario acabar con la venta de armas y situar las relaciones internacionales en el marco de la Carta Fundacional de la ONU y los DDHH.

Escudarse en La Marsellesa, buscando azuzar a la ciudadanía y desviar la atención hacia un patrioterismo chovinista, es un acto de patetismo fascistoide. Los terroristas también usan del victimismo y el afán de venganza.

El negocio por encima de todo y la interpretación fundamentalista del Islam son caras de la misma moneda. Ambos pretenden que el ser humano se someta a sus lógicas respectivas. Pura barbarie. Por eso son tan actuales y terribles las palabras del poeta y ensayista británico Samuel Johnson (1709-1784) cuando afirmaba que "el patriotismo es el último refugio de los canallas".

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