
Unos 13.000 millones de euros es la cifra de inversión española en actividades de I+D+I según el último informe publicado por la EAE Business School, siendo el sector Farmacéutico el que lidera el ranking de mayor porcentaje de entidades innovadoras (59%), seguido de los productos informáticos, electrónicos y ópticos (57%), y el sector Químico (43%).
Según los últimos datos de Altran (2014), España ocupa el puesto 16 en inversión en innovación en Europa, representando un 1,30% del PIB, cuando los países más punteros superan el 3%, como es el caso de Suecia, Finlandia o Dinamarca.
Si bien la situación económica de los últimos años ha hecho que la inversión en I+D+I en nuestro país sufra un descenso año tras año, lo cierto es que no debemos alejarnos de esta apuesta que es segura y se consolida como la clave para dar el paso definitivo en el sector farmacéutico-nutricional español, industria que ha experimentado una notable evolución en la última década, en una sociedad ahora concienciada con la importancia de mantener unos hábitos de alimentación saludables.
Una de las razones que nos lleva a defender el papel fundamental del I+D+I en la empresa médico-alimentaria de nuestro país es la distancia que mantenemos con los vecinos europeos en esta materia, especialmente a nivel tecnológico, pero también en lo referente al desarrollo de producto. Pero no solo en España estamos lejos aún de poder hablar de avances punteros en el sector nutricional, pues según los datos de Patentscope TM (World Intellectual Property Organization), por cada 30 artículos científicos de investigación publicados en el mundo sobre alimentación y salud, solo se produce una patente, claro indicador de que todos los actores del sector nutricional deben incrementar la intensidad en materia de innovación para avanzar hacia nuevos conocimientos científicos.
Otro motivo por el que debemos avanzar en este campo es para conseguir romper con la principal debilidad que presenta en la actualidad el I+D+I: la individualidad de la inversión. Si bien se han dado iniciativas autonómicas a favor de la investigación en España, como el Plan Andaluz de Investigación, Desarrollo e Innovación (PAIDI), el Plan de Ciencia, Tecnología e Innovación (PCTI) del Gobierno Vasco, o el Plan de Investigación e Innovación (PRI) de Cataluña, lo cierto es que estas propuestas no contribuyen a la cooperación entre grupos de investigación a nivel regional, nacional y transnacional, lo cual reforzaría la posibilidad de aunar fuerzas entre entidades que compartan objetivos científicos comunes.
Así pues, es positivo que las empresas apuesten y dialoguen en busca de caminos de investigación comunes o complementarios, con el fin de sumar conocimientos y desarrollar propuestas de proyectos multicéntricos. La apuesta por la investigación también actúa como motor de empleo innovador, siendo esencial, por un lado, apostar por la profesionalización, así como por las nuevas generaciones formadas en los últimos avances tecnológicos, pues suponen un valor añadido a los proyectos científicos.
Igualmente, es importante recalcar la importancia del I+D+I en las pymes del sector farmacéutico y alimentario, y también en todas la provincias españolas -y no solo en las grandes ciudades empresariales-, pues se estará potenciando la movilidad y repartición del talento por toda la geografía española.
En este sentido, los datos registrados en España en los últimos años por Farmaindustria (Asociación Nacional Empresarial de la Industria Farmacéutica), apuntan a que si bien ha descendido el número de personas empleadas en I+D+I en el sector, la cualificación cada año sí es mayor, de modo que 4 de cada 5 empleos de investigación en el ámbito farmacéutico en 2012 correspondían a titulados superiores (licenciados y doctores), un camino del que, sin duda, no debemos desviarnos.
En definitiva, el I+D+I en la industria fármaco-nutricional se consolida como una doble apuesta segura, garantía de un doble crecimiento: por un lado empresarial, que incrementará la capacidad tecnológica e innovadora de la entidad, y por tanto, la capacidad de ofrecer nuevas soluciones eficientes, posicionando a la empresa en un puesto aventajado dentro de su sector. Por otro lado, un crecimiento económico y científico para su país, pues estará situando a España en un puesto más competitivo en el marco europeo de la salud.