
El Estado Islámico de Iraq y al-Sham (ISIS), conocido también como el Estado Islámico de Iraq y Levante (ISIL) o, simplemente, como Estado Islámico (IS) o Daesh (el equivalente a ISIL en árabe), se asienta en una zona situada entre Siria e Iraq. Su tamaño, aunque impreciso, es similar al de Bélgica o incluso mayor, ya que es un territorio móvil que se mueve según las conquistas que realiza. De hecho, su capital Raq-qa, recientemente bombardeada por Francia, no está lejos de la frontera turco-siria. El Daesh cuenta con una población que supera con creces los seis millones y medio de personas. Se trata de un nuevo califato, tal como lo definen sus promotores, creado en 2003 por Abu Musab al-Zarqaui, líder de Al-Qaeda en Irak. Desde entonces, ni la organización que lo sustenta, ni su geografía, han dejado de crecer; como tampoco su capacidad de acción. No es, por tanto, un grupo terrorista itinerante, sino que sustenta sus actividades en una economía organizada que controla más de 2 billones (millones de millones) de dólares en activos, que le permiten unos ingresos anuales de unos 3.000 millones de dólares. Una cifra que da idea de su potencial operativo.
Aunque reciben ayudas financieras desde algunos países del Golfo, con la salida de Estados Unidos de Iraq en 2006 incrementaron sus fuentes de financiación, incluidas las actividades de extorsión entre la población, y una serie de impuestos sobre varias actividades económicas en su zona de influencia, tales como peajes en el paso de sus fronteras y otros impuestos a las compañías de telecomunicaciones o en las transacciones bancarias. Los hidrocarburos son hoy su fuente principal de ingresos. El Daesh produce más de 60.000 barriles/día desde los más de 10 pozos que controla, aparte de dos refinerías en Siria. Los productos se venden con fuertes descuentos en el mercado negro de Jordania, Kurdistán, Irán y Turquía. A lo cual hay que sumar otros commodities como fosfatos, cemento y gas natural, que venden en diversos mercados fuera de su zona, también en países del G-20 como asegura el presidente Putin. Con este potencial, sus actividades terroristas se han expandido por muchos lugares, especialmente en algunos países europeos donde reclutan efectivos para la guerra en Siria, a la vez que organizan células terroristas fuera de allí, que pueden actuar en cualquier momento, como se ha visto estos días.
Mientras se destruía Siria, occidente, con Estados Unidos a la cabeza, ha minimizado el problema durante años. Únicamente saltó la alarma este verano con el asunto de los refugiados. Enorme drama humano que no es sino la punta del iceberg de algo mucho más preocupante, ya que las células terroristas, bien adiestradas y con medios, se comunican entre sí a través de las redes sociales fuera de los medios de comunicación tradicionales. Con la circunstancia de que tienen más capacidad tecnológica de la que se les supone, como ha sucedido estos días en Francia, donde se han enviado miles de correos spam en árabe y en francés para amedrentar a la población.
Con todo esto, los equilibrios geopolíticos de la Administración Obama con Rusia no han ayudado; ya que los Estados Unidos han percibido que el Daesh podría ser una nueva debilidad para Rusia. De hecho, hace tiempo que se ha constatado la presencia de combatientes rusos procedentes del norte del Cáucaso y de otros lugares de Rusia formando parte de los comandos del ISIS. Combatientes expertos que provienen de zonas de Rusia muy castigadas en el pasado por actos terroristas, después de terminada la guerra de Chechenia en 2000. Rusia es muy consciente de los problemas que pueden surgir por la radicalización de su población musulmana, que suma más de 20 millones de personas en zonas muy concretas, de ahí que decidiera apoyar al Gobierno sirio en contra del estado islámico, mientras que los países occidentales no se ponen de acuerdo en la estrategia a seguir.
Con los atentados terroristas de París, Francia ha actuado con rapidez sobre la capital Raq-qa, pero sabe que sin una gran coalición internacional esta acción se quedará en nada. De ahí que haya sumado fuerzas con su tradicional aliado, Rusia, y trate de organizar una gran coalición con Estados Unidos, algo hoy imposible dadas las diferencias entre rusos y americanos. Mientras tanto, Europa se debilita por su falta de cohesión, sin darse cuenta de que el peligro no sólo nace de la zona donde se asienta el Daesh, sino que también está en casa. Hoy los musulmanes suponen más del 7 % de la población europea, y se estima que llegará al 10 % en 2050. No todos son extremistas, desde luego, pero sí hay muchas células terroristas en este gran colectivo de personas, incluidas muchas poblaciones europeas, como es el caso de Saint Denis, cerca de París, donde, de su millón y medio de habitantes, el 50 % de su población es musulmana y, de ellos, se estima que el 65 % apoya la yihad. Con lo que a medida que se consolide el estado islámico, más intensos serán los ataques terroristas en Europa.
Cualquier país está en peligro, pero muy especialmente, Inglaterra, Alemania, Francia y, por supuesto, España.