
Toda la política griega es ya un mundo de gestos, palabras, ficciones, disfraces y frases que han convertido al país en un escenario y a sus políticos en los actores de una obra de teatro escrita por un mal autor. El programa de mano hace una síntesis de la obra.
Primer Acto. Enero. Plaza Syntagma. Cae la noche. Tsipras es elegido arrolladoramente para gobernar al pueblo usando los poderes mágicos que asegura tener. Convoca al pueblo enardecido y desde un pódium promete ir a Bruselas al día siguiente y derrotar a la Esfinge. Hecho eso, gritará en el centro de Europa que no pagará la deuda, que exige todavía mucho más dinero que tampoco piensa devolver nunca y que impondrá a sus socios el pago anual de un tributo a Grecia para que el pueblo griego pueda gastarlo todo durante todo el tiempo. Al grito de "la austeridad ha muerto y nunca volverá gracias a Syriza", el pueblo agita banderas y Tsipras es proclamado héroe. Telón.
Segundo acto: Bruselas. Sala de reuniones con 200 puertas. Los socios europeos hablan entre sí sobre los poderes mágicos de Tsipras. Entra por la izquierda Varoufakis, un heraldo en moto que Tsipras ha enviado y cuya principal virtud es que hace chistes. Es inteligente: no lleva corbata, así que ha conseguido que no tengan por dónde agarrarlo y que ningún nudo corredizo rodee su cuello. Consternación general. Un coro de jóvenes airados europeos canta, aplaude, ríe el chiste, sujeta la moto y Pablo Iglesias emerge de ese coro y dice: "Tsipras, resiste, pronto seremos muchos. Espérame." O algo así.
Todos empiezan a hablar, se quitan la palabra, dicen una cosa y la contraria, se abren puertas, se cierran, Tsipras aparece por una y sale por otra, pero vuelve a entrar andando para atrás, como disimulando. Merkel sale de la reunión y sin embargo sigue estando. Un holandés intenta hablar con Varoufakis y éste le saca un matasuegras y se sube a una lámpara desde donde tira serpentinas. Alguien comenta que allí, lo que hace falta, es montar el número del hombre bala. Se vislumbra al fondo un trapecista. Los hermanos Tonetti preguntan cuándo empiezan ellos su actuación y con esta frase se va haciendo el oscuro.
Cuando vuelve la luz, han pasado meses. Tsipras, en el centro de la escena, se quita una chistera y saca un referéndum. Le pide al pueblo griego que vote por el no para que con sus poderes mágicos, cambie todas las leyes físicas, remueva la naturaleza, suprima el memorando, la deuda, la troika, los mercados, la economía moderna, la ley de la gravedad, las matemáticas euclidianas y a Varoufakis.
En cuanto el pueblo griego vota por el no, Tsipras entiende que ha querido decir sí y con una pasión desenfrenada gasta cuarenta bolígrafos firmando todos los papeles que le muestran y pide más, sigue firmando paquetes de folios en todas las mesas y firma postales, firma en la camisa de los socios, en la espalda de sus ministros, firma en las paredes, lo firma todo, dice que él no ha sido y dimite.
No hay Gobierno, se convocan elecciones y acto seguido se proclama candidato para ocupar el mismo puesto del que acaba de dimitir. Es la apoteosis del vodevil.
Tercer acto. 20 de septiembre. Plaza Syntagma. Cae la noche. La abstención de más del 45% ha ganado las elecciones. Sin embargo, Tsipras alza el brazo en señal de victoria y es aclamado por la multitud mientras dice: "Delante de nosotros se abre el camino del trabajo y de las luchas". Cae el telón. Y ahora será necesario gobernar, un verbo que no se conjuga en aquel país desde hace casi un año.
El nuevo Gobierno (y hubiera dado exactamente igual quién hubiera ganado las elecciones) no tiene margen para improvisar ni para la creatividad política. La vía del tercer rescate es de 86.000 millones de euros y será preciso reformar la Seguridad Social, elevar a 67 años la edad de jubilación, reformar el sistema judicial, la legislación laboral, el sistema impositivo, el mercado de la energía, el del gas, el de la electricidad, implementar la lucha contra el fraude fiscal, evitar la evasión de impuestos, reformar el código penal para castigar dichas conductas y hacer todo eso y más, de la mano, en presencia y con la hoja de ruta y los plazos de la troika y de los socios y acreedores europeos e internacionales.
Tsipras, el ganador, va a necesitar mucha más magia que nunca, ahora que ya no tiene poder alguno. Por eso debe intentar apoyarse en el resto de partidos para crear un amplio Gobierno de concentración o un Gobierno fuerte incluso buscando una alianza con los conservadores de Nueva Democracia para garantizar estabilidad, gobernabilidad, para hacer lo que no se ha hecho hasta ahora: reformas estructurales y cumplimiento de compromisos.
Lo mejor que puede pasarle a Grecia ahora es empezar de nuevo. Lo contrario solo sería una tragedia en tres actos.