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OCASIÓN DE EQUILIBRAR EL SALDO COMERCIAL

La desaceleración china inquieta a todos. La brusca caída de la bolsa de Shanghái, más de un 40 por ciento desde el 12 de junio, la triple devaluación del yuan los días 11, 12 y 13 de julio, y el empeoramiento de algunos indicadores económicos, dispararon las incertidumbres sobre el estado y la evolución de la segunda economía mundial. Y ocurre cuando Xi Xinping, que conmemoró anteayer 3 de septiembre el 70º aniversario de la capitulación japonesa, ansía reforzar el rol de China como gran potencia política mundial.

La actual situación que enturbia los grandes sueños chinos es una consecuencia del largo, complejo e inacabado proceso de transformaciones que desde 1978 vive la economía china. Transita desde un modelo de crecimiento que prioriza las exportaciones y la inversión pública a otro más sostenible basado en el consumo y el sector de los servicios para aprovechar la colosal dimensión del mercado interior chino. Pero el consumo no acaba de arrancar, late una burbuja inmobiliaria y persiste la elevada deuda pública. Y el sector servicios no tiene peso suficiente para reequilibrar una economía con un sector industrial sobredimensionado. China aún depende del comercio exterior. Tras contraerse un 6,9 por ciento en el primer trimestre de 2015 se encendieron las alarmas. Y podría explicar que, por primera vez desde 1994, Pekín devaluase el yuan, un 4,6 por ciento frente al dólar. Y cabe que se deprecie hasta el 6 por ciento antes de finalizar 2015. Diversos factores, como la continuada alza de los costes laborales, minaron la competitividad de las exportaciones chinas frente a las del sureste asiático.

El Gobierno chino intervendrá tomando todas las medidas precisas para estabilizar la economía y poder cumplir las previsiones de un 7 por ciento de crecimiento en 2015. Tiene recursos políticos y financieros si bien las reservas de divisas cayeron en julio hasta los 3,65 billones de dólares. Desde noviembre, el Banco Central bajó hasta cinco veces la tasa de interés y seguirá inyectando liquidez al mercado. Pero el sistema financiero muestra síntomas de fragilidad y opacidad. Algunos economistas dudan sobre la fiabilidad de las estadísticas chinas. Dicen que China ya crece por debajo del 6 por ciento.

Las incertidumbres continuarán mientras el Régimen demore las reformas estructurales pendientes. Xi Jinping anunció en 2013 que las fuerzas del mercado jugarían un papel "decisivo" en la asignación de recursos al sistema económico. Y que las empresas públicas, muchas ineficientes, serían reestructuradas para ser más competitivas. Pero dos años después, se ha avanzado poco. China ocupa un rezagado 22º lugar entre 61 economías en el Índice de competitividad mundial 2015 del IMD de Lausana.

Y será difícil que la economía se abra más mientras el PCC ejerza sin contrapesos políticos como un árbitro privilegiado que legisla, aplica e interpreta las reglas de juego. Urge corregir la corrupción y otros excesos de las elites político-económicas y los conglomerados públicos que, en detrimento del sector privado y las pymes, copan el mercado interno y el comercio exterior. Los cambios afectaban a sectores claves como el mercado de capitales. Y también mejorar el sistema social y sanitario y corregir el grave impacto medioambiental que afecta a la salud de millones de chinos. Pekín debe acelerar tanto la reforma del registro de residencia o hukou que restringe la movilidad laboral, como una política demográfica más flexible que frene el rápido envejecimiento de la población. Pekín teme que algunas reformas conlleven riesgos políticos. Pero si no reacciona surgirán conflictos sociales. Está en juego la legitimidad política del PCC.

China deberá recuperar la confianza de los mercados internacionales en una compleja coyuntura internacional. El comercio mundial se ha frenado cayendo en volumen y precios. La desaceleración de la demanda china impactó negativamente en los países emergentes exportadores de materias primas y sus divisas se están depreciando. La caída de los precios golpea a países como Rusia, Indonesia, Malasia, Angola, Sudáfrica y Chile. Y Brasil entró en recesión. Tampoco se libran algunos países avanzados como Australia y Canadá, que también acaba de entrar en recesión. En cambio, los países importadores de materias primas como India, Francia y España salen favorecidos y pueden equilibrar sus balanzas comerciales. Por otro lado, la devaluación del yuan perjudica a las empresas europeas que producen en euros y ven encarecer sus exportaciones a China. En cambio, salen beneficiadas las que producen en China y exportan al resto del mundo. Las españolas deben persistir y redoblar esfuerzos para ganar cuota en el mercado chino, donde tenemos poca presencia.

El mundo necesita que China, el 13 por ciento del PIB mundial, siga ejerciendo, en tanto que es una potencia comercial e inversora, su rol de gran motor económico global. Es imprescindible, ya que EEUU, la UE y Japón no se bastan para sostener la demanda y el crecimiento mundial.

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