Firmas

Un beneficio para España, de momento

El PMI (Purchasing Manager's Index) ofrece síntomas de desaceleración en nuestros mercados (Francia, Italia, Reino Unido y Alemania en menor medida). Varios analistas lo achacan al contagio chino, cuyo PMI de agosto, debajo de 50, fue el más reducido desde 2009. Predecir ciclos económicos es complejo; son recurrentes pero no estrictamente periódicos. El PMI es buen indicador adelantado de entrada o salida de zonas de expansión. Los índices bursátiles son otro indicador, mucho más coyuntural. Sobre el impacto de la crisis china en España, es más importante, al menos a corto plazo, la economía real. Y China es el undécimo país en nuestras exportaciones (Europa absorbe el 75 por ciento), pero son mayores las compras que las ventas, el saldo de la balanza de enero-junio fue de -11.500 millones de euros, según ICEX. Los riesgos para España estarían por otro lado, como trataremos de justificar.

La explicación del crecimiento ha variado al compás de la evolución de los modelos teóricos y su contrastación histórica. Siempre ha existido un afán por descubrir patrones regulares de evolución. Un ejemplo es la profecía de los siete años de vacas gordas y siete de flacas. Ahora tocaría la crisis china, tras las de 1987 (lunes negro), 94 (México), 2001 (puntocom) y 2008 (subprime). M. Armstrong (conocido como The Forecaster) defiende que cada 8,6 años hay debacle. No extraña que esta acumulación de conocimiento, muy mediática, sirva para cuestionar el "carácter científico" de la literatura sobre ciclos.

Obviamente hay cuestiones de fondo. Las teorías sobre ciclos explican los factores que causan fluctuaciones del PIB alrededor de la tendencia a largo plazo. Las hay inesperadas, y se intenta descubrir sus mecanismos de propagación; otras son inducidas por cambios de política económica, como la devaluación china. La ventaja es que pueden controlarse porque son manejables, incluidos acuerdos multilaterales. También hay choques de oferta cuyo ajuste recae inmediatamente sobre los agentes, como el descenso del precio del petróleo, positivo para importadores y negativo para productores. Aunque no es descartable que sea inducido.

Estos choques pueden desembocar en crisis financieras, complejas dada la libertad de movimiento de capitales; por eso esta libertad suele estar en tela de juicio (ver crisis asiática del 97, donde los índices bursátiles quedaron en un cuatro de su valor en pocos días) y algunos defienden limitarla, lo que puede perjudicar las inversiones directas. Hasta hace poco no era el caso de China, país receptor y mercado crítico para multinacionales, pero puede serlo conforme se liberalicen los movimientos de capitales especulativos.

Los países desarrollados y emergentes han experimentado evoluciones dispares. Los últimos, durante la Gran Recesión, continuaron en expansión, desacelerándose desde 2010-11, mientras los desarrollados sufrieron reducciones del PIB y empleo, reavivándose en 2010 según datos del FMI, con excepciones como España. Los últimos acontecimientos muestran crecientes dificultades para los emergentes. China creció durante medio siglo, de media, un 7 por ciento e incluso un 10 por ciento durante más de una década, acumulando reservas como blindaje ante posibles crisis. Aun así, los desarrollados, cuya reactivación ya no está garantizada (revisiones de BCE, FMI) siguen mucho mejor; su capital físico y humano es enormemente mayor, cuestión no baladí para el largo plazo, especialmente de la segunda potencia mundial que intenta cambiar de modelo.

Las devaluaciones (parcialmente) anticipadas de la moneda china, seguidas de depreciaciones en varios emergentes, provocan salidas de capitales y caídas de cotizaciones, pero a China le interesa continuar la expansión para su estabilidad política. De ahí los estímulos monetarios para contener caídas bursátiles y fomentar el consumo (bajadas de tipos, reducción coeficiente de reservas), necesario para cambiar un modelo en proceso de agotamiento, basado en inversión en capital físico.

¿Qué tiene que hacer EEUU? Si con inflación actual del 0,2 por ciento endurece su política monetaria (sube tipos con estancamiento mundial de demanda, países en recesión y creciente riesgo de impagos), los inversores, con dudas sobre China y emergentes, llevarían a EEUU, sus capitales, y aquellos aumentarían la deuda al depreciarse sus monedas. China, sostenedor persistente del déficit norteamericano, vendería reservas en dólares para afrontar el cambio de sentido de los flujos de capitales.

¿Y el impacto sobre España? Inicialmente positivo, dada su dependencia de materias primas, más baratas, y el flujo neto comercial con esta área, pero podría ser efímero si, como consecuencia de más incertidumbre, aumenta la aversión al riesgo y, consecuentemente, disminuye la inversión productiva y la demanda de socios relevantes (Europa, cuya apreciación del euro ya nos afectó, y Latinoamérica).

No es un ciclo recurrente. Estamos en manos de las potencias mundiales, que deberían pactar racionalmente, sin vencedores y vencidos, para un crecimiento convergente y corrector de desequilibrios acumulados.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky