En la década de los ochenta del pasado siglo el socialdemócrata alemán Peter Glotz avanzó la idea de que la sociedad inmediatamente futura estaría estratificada en tres tercios. El primero estaría constituido por directivos, el segundo por una clase media cada vez más deteriorada y el tercero por excluidos, precarios y desarraigados.
En 1997 los 500 ejecutivos más importantes del mundo reunidos en San Francisco previeron que los tres tercios de Glotz se iban a transformar en cinco quintos. En el primer quinto estaría la élite de directivos. Unas diferencias que se irían acercando por el crecimiento constante de la población con inestabilidad laboral permanente.
En esta España de campañas electorales en las que nunca se pone el sol, la frivolidad política, mediática y generalizada está degenerando en ruindad. El Gobierno hincha el pecho con los datos del crecimiento, según el PIB, y del empleo creado sin entrar en consideraciones sobre la calidad y estabilidad del mismo. Las leales oposiciones arremeten contra el discurso oficial, pero sin ir más allá de la inmediatez electoral.
Los jóvenes y su futuro
Hay miedo de afrontar la realidad. Hay miedo a enfrentarse al hecho de un sistema productivo en el que la industria carezca de tratamiento de cara al futuro. Miedo en unas pymes que debieran dejar de llorar y plantearse su coordinación y dimensionamiento en inversiones, investigación y mercados nacionales. Miedo a una agricultura en la que la soberanía alimentaria es pensada como un resto del pasado. Miedo a un Estado protagonista del hecho económico planificado. Y así una larga serie de miedos que se quieren conjurar con estadísticas ad hoc y la hipnosis del europeísmo onírico.
Gobierno y oposición tienen el deber de plantearse si con los mecanismos económicos vigentes los jóvenes actuales y los del futuro tienen porvenir. Piensen en el pasado mañana.
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