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¿Qué Democracia? Cuando el pueblo vota una cosa y el gobierno legisla en su contra

Confieso mi sorpresa ante la candidez o inconsciencia con que Alexis Tsipras convocó el referéndum sobre las condiciones de la troika. Quizás la ingenuidad ha sido la mía por creer que cuando un jefe de Gobierno convoca a su pueblo ante una situación tan grave ya tiene preparadas todas las posibles medidas a tomar ante la respuesta.

Estoy convencido, ante la evidencia de los hechos, que jugó de farol. Y ello implica un grave error: el desconocimiento de la capacidad del enemigo. Sirva de ejemplo para tirios y troyanos.

Pero lo que ha pasado después es todavía más grave: un parlamento legislando en contra de lo aprobado en referéndum por su propio pueblo. Y todo ello con el beneplácito ¿inconsciente?, de gobiernos, medios de comunicación y dirigentes políticos de todo tipo para quienes, dicen, la democracia es el fundamento del Derecho y de la sociedad civilizada.

Esta sociedad nuestra que se permite mirar por encima del hombro a otros países que considera de tercera categoría, tiene también su alícuota parte de corresponsabilidad en el desprecio y degradación de la democracia.

El 12 de marzo de 1986 el pueblo español votó sí a la OTAN con la salvaguarda de tres condiciones perfectamente incorporadas al texto votado. Tanto Felipe González como José María Aznar, Zapatero o Mariano Rajoy, últimamente, se han ido encargando de transformarlas en papel mojado por su incumplimiento sistemático y continuado.

No debe extrañarnos pues que el poder haya conseguido que la mayoría social admita que la democracia es únicamente el hecho de introducir un voto en la urna, y ahí empieza y acaba todo. El país y la ciudadanía necesitan de políticos, intelectuales y organizaciones cívicas que revitalicen la democracia como base y fundamento de la economía, el derecho, la justicia y la solidaridad. Lo demás es circo pero sin pan.

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