
Soy un apasionado del ciclismo. Cada fin de semana agonizo con más pena que gloria por cuestas calificables de puertos de tercera o en el mejor de los casos de segunda, pero que a mí se me representan como Tourmalets o Alpes de Huez. Y cuando llega el Giro italiano, el Tour francés o la Vuelta española no me pierdo una sola etapa de montaña.
Ahora he seguido a los llamados "forzados de la ruta" en su periplo francés. La cobertura televisiva del ciclismo ha pasado del voluntarismo de los cámaras "contrasentados" en motocicletas dominando el vértigo y el equilibrio a espectaculares tomas aéreas. Son vistas de pueblos, de villas y ciudades homogéneas. Donde las alturas están equilibradas. Donde el urbanismo pasó del tradicional al racional respetando el contexto urbano.
Consecuencias de la burbuja
En septiembre se correrá la Vuelta a España. El reportaje televisivo será de idéntica calidad al francés. Pero lo que contemplaremos no será otra cosa sino la materialización de la burbuja inmobiliaria, consecuencia de la burbuja financiera: las ciudades, nuestros pueblos han sido violados por la especulación.
Veremos edificios aberrantes en calles estrechas de aceras liliputienses. Bellos pueblos destrozados por construcciones; plazas medievales, cascos urbanos tradicionales reventados por casas que atentan contra el sentido común y la ley. La iglesia románica o gótica junto al engendro mastodóntico.
Por España ha pasado, como caballo de Atila, el capitalismo de amiguetes, la corrupción política concretada en la concesión de licencias de construcción que han arrasado nuestro patrimonio histórico y nuestro paisaje. No hace falta acudir a estudios económicos, a análisis financieros. Eche una mirada a su televisor y compare el cuidado urbanismo francés con la obscena orgía de especulación, prevaricación y cohecho que ha convertido nuestra España en un maldito engendro. Así, el ciclismo resulta ser un deporte políticamente descriptivo.