
Publio Cornelio Escipión Emiliano, vencedor de Cartago en la segunda Guerra Púnica, ordenó destruir la ciudad y cubrir sus campos de sal a fin que quedasen estériles. La UE acaba de hacer lo mismo con Grecia. ¿Cuál ha sido el delito? Dar democráticamente su opinión.
En marzo del pasado año, publiqué en este periódico unos artículos en los que trataba de demostrar cómo en todo el proceso de creación de la UE, las respuestas de Bruselas a las propuestas colegiadas del Parlamento Europeo, para democratizar el proceso de construcción de la UE, han sido rechazadas.
La élite que dirige la UE (Alemania y poco más) no asume que determinadas cuestiones deban ser consultadas. Su concepción de que los asuntos económicos de Estado están reservados para iniciados, les hace confrontar con la democracia. Para ellos el único Gobierno posible es el de los técnicos.
Lo que ocurre es que esa posición no obedece a razones derivadas de esa posición de engreimiento sino también a la defensa de intereses económicos inconfesables. Han castigado a Grecia por su no en el referéndum y han llevado su obcecación a arrasarla para que sirva de ejemplo y escarmiento. No son conscientes de que han iniciado la cuenta atrás en la extinción de la zona euro, por lo menos. Con las condiciones impuestas, Grecia ni puede pagar nada ni tampoco salir del pozo. Con la excusa de evitar ahora un Estado fallido lo están preparando para el futuro.
Por otra parte, los errores de Alexis Tsipras han sido dos e importantes. El primero consiste en no haber previsto lo que ha ocurrido y por ello no haber tomado medidas precautorias. No calibró el jaez del enemigo ni tampoco sus designios. En vez de echarlo del euro han preferido darle la soga para que se ahorque. Pero ha tenido otro error añadido, que se ha instalado en la mente de muchos políticos y que aherroja su voluntad: el temor cuasi supersticioso a salir del euro. Morirán en él.