Dijo que "venía en son de paz" a la entrevista Real. Pero no la quiere. Su objetivo, ni Mas ni menos, es la secesión. Secesión que el soberanismo espera ejecutar después de las próximas elecciones generales porque supone que se instalará un Gobierno débil en Madrid (así llaman al del Estado, confundiendo el de todas las Españas con el de la Comunidad del centro de la península).
Los independentistas catalanes creen que la necesidad de acuerdos para gobernar España ayudará a sus objetivos. La minoritaria burguesía que espera dominar el nuevo país en su provecho, como ya ha demostrado, busca los momentos de debilidad de Gobierno central para sacar ventaja. Lo intentó en la Segunda República que apuñaló justo cuando estaba moribunda. Pero, en plena decadencia, el Gobierno republicano rescató la legalidad en poco tiempo.
Porque, aunque no quieran reconocerlo, siglos de convivencia son un lazo tan sólido que ni en los peores momentos es sencillo romper. Y no se trata de temas legales o institucionales; son las relaciones personales las que entrelazan Cataluña con Madrid, Valencia, Andalucía... ¡Hasta fueron empresarios catalanes los que lanzaron a la fama la Feria de Abril, y la de Hospìtalet es tan genuina como la de Sevilla! Y ahora por una discusión de pelas, ni Mas ni menos, quieren echar por la borda toda la historia, de la que hacen una interpretación sesgada.
Los Reyes Católicos lo que hicieron fue recuperar un pasado que la geografía impone, como entendió el Rey Fernando. Soberano que comprendió la potencia de la unión de las dos coronas, que no eran Cataluña y Castilla, sino la de la Reina Isabel con la de Aragón, que incluía Valencia, Baleares y, ni Mas ni menos, Cataluña. Por eso el sueño independentista es una quimera, una pesadilla. Lo sabe el presidente Rajoy que, entre otras cosas, puede ofrecer mantener la unidad del Estado como baza electoral. Ni Mas ni menos.
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