
No cabe la menor duda de que existen políticos que ejercen de "aprendices de brujo", y desde luego Tsipras es uno de ellos y lo ha demostrado al dejar en manos de los electores griegos decisiones que corresponden al Gobierno que él preside. Al más puro estilo de Franco, Tsipras planteó a los griegos una pregunta ininteligible. A ello unió un discurso nacionalista lleno de insultos contra las instituciones europeas y contra el FMI.
"Nos quieren humillar", "Son unos gánsteres" (de gansterismo financiero calificó el Tsipras español al BCE, y a la banca europea en general). No es de extrañar que con esos mensajes los primeros que se subieron al carro del "no" fueran los ultranacionalistas que le acompañan en el Gobierno y los neo-nazis de "Amanecer Dorado".
El triunfo del "no" refuerza el liderazgo interno de Tsipras (Samaras, el líder de la oposición, dimitió la noche del domingo), pero deja a Grecia política y económicamente en la mayor de las incertidumbres?, y a la UE y al FMI ante una papeleta difícil de abordar.
Hay dos opciones
Si deciden hacer borrón y cuenta nueva, otorgar una notable quita de la deuda y soltar dinero desde el BCE, el contagio del populismo antieuropeo (Cinco Estrellas, Frente Nacional, Podemos?) puede convertirse en una plaga. Pero si se enrocan y le exigen al Gobierno griego que pague, el contagio puede ser de otro tipo: económico, con una probable salida griega del euro, previa quiebra del país y un retroceso en los mercados de los bonos italianos, españoles, etc. Nada bueno para la recuperación en ciernes que se observa ya, por ejemplo en España.
No cabe duda de que las políticas pro-cíclicas y depresivas impuestas por Alemania a la UE para salir de la crisis no han sido las más inteligentes (baste con comparar lo ocurrido en EEUU, con sus políticas anti-cíclicas), pero ello no justifica ni el ultra-nacionalismo griego ni el populismo izquierdista de Syriza, actitudes incompatibles con el espíritu y la letra de las leyes de la UE.