Clinton derrotó a su oponente en la televisión. En ese cara a cara, clave de la imagen ante las elecciones en EEUU, le bastó una frase: "Es la economía, estúpido". El dardo, demoledor, desmontó a su oponente. Ahora en la campaña electoral española de 2015 -la interminable-, el PP parece haber despertado.
Alguien en La Moncloa ha gritado: "Es la política...". Los ministros se han mirado unos a otros; el presidente ha tomado las riendas y la economía se ha convertido en condición necesaria, pero no suficiente (como diría un matemático) para ganar elecciones.
Se vota a futuro
El razonamiento arriolano era que la recuperación del PIB taparía las carencias sociales y políticas del Gobierno. Al PP se le eligió para que arreglara el desastre macroeconómico del zapaterismo y lo ha hecho. Pero los electores no votan pasado, sino futuro. Los triunfos realizados son un aval para las esperanzas de mañana, pero sólo un aval.
Para que el electorado se movilice el proyecto político tiene que ilusionar. Eso es la política: el arte de conjurar voluntades con el uso del poder. El mensaje del PP debe concitarlas si quiere recuperar electorado. Es probable que "el miedo" a la vuelta a los errores económicos de la legislatura 2008/2011 le devuelva cerca de un millón de votos de la abstención e, incluso, de los que eligieron a Ciudadanos o Vox en la municipales. ¿Pero será suficiente? Si quiere opciones de Gobierno serias necesita más.
Aún tiene poder y tiene que ejercerlo con justicia, utilidad y oportunidad antes de las elecciones generales. Son las tres condiciones para ganar el liderazgo en el uso del poder: a) demostrar que se piensa en el bien común (justicia), no sólo en el partido o sus candidatos; b) hacerlo de manera que tenga efectos reales (utilidad); c) y usarlo en el momento adecuado (oportunidad) ejerciéndolo cuando sea necesario. ¿Son suficientes los cambios hechos por Rajoy hasta ahora? El electorado tiene la respuesta.
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