
España quizá está desconcertada. No se sabe si lo que quiere son pactos, si rechaza el bipartidismo o si reniega de la corrupción, pero los grandes partidos evidencian desgaste, y no necesariamente por gobernar, porque el PSOE, que tenías pocos Gobiernos, también sufre, en general, un severo castigo.
Las plataformas de Podemos han irrumpido con fuerza en algunas grandes capitales, como corresponde al urbanita de izquierdas que les vota, pero tampoco va a ser ninguna fuerza hegemónica ni seguramente consiga mucho poder y sí mucha oposición, salvo que reciba el apoyo del PSOE en determinados lugares, algo que seguramente les supondrá un dilema.
Han desaparecido en combate tanto UPyD como Izquierda Unida, que han resultado absorbidos por Ciudadanos y las plataformas de Podemos, respectivamente. Ciudadanos ha decepcionado, porque sus expectativas de voto eran mayores, aunque ha restado lo bastante al PP para hacerle un roto de proporciones históricas. CiU sigue con su senda bajista y cede el primer puesto en Barcelona, que presenta una de las mayores fragmentaciones de voto.
Un giro a la izquierda
Es evidente que se ha producido, en general, un giro a la izquierda, si en España hubiera algún partido de derechas, que en la práctica no hay porque todo es socialdemocracia; pero un electorado cansado de crisis y de corrupción quiere algo nuevo, aunque lo nuevo sea lo más viejo que pueda gobernar y lo nuevo suponga un gran desconcierto en municipios y comunidades que quizás no encuentren mayorías claras para formas gobiernos estables.
Es posible que los ciudadanos que ahora no han valorado la estabilidad, la echen de menos, aunque con lo lejos que parece estar la política, los políticos, de la calle, a lo mejor lo que ésta echa de menos es que las decisiones sean más consensuadas y exista un mayor control en los gobiernos, que las mayorías absolutas no propician.
La duda que se plantea es si el PSOE se podrá mantener ante el envite de esa especie de Izquierda Unida reforzada que es Podemos o si esta formación ocupará finalmente el centro izquierda, acabando con la fuerza tradicional que ha representado esta tendencia en España.
Madrid se presenta como un ejemplo de lo que puede ocurrir, porque si PSOE apoya a Podemos en el Ayuntamiento éste podría apoyarle en la Comunidad, pero ese cambio reforzaría tanto a Podemos que acabaría seguramente con el PSOE a medio plazo. Sin embargo, no toda España es Madrid ni todo son grandes capitales y la implantación que tiene el PSOE difícilmente la podrá perder tan fácilmente.
Ahora estamos viviendo un momento que es como la espuma de la cerveza y quizás esta fragmentación y las dificultades que se van a evidenciar en formar gobiernos, y la inestabilidad de los mismos, enseñe a los ciudadanos que ese camino no es conveniente para unas elecciones generales. Eso sería como pensar que los votantes se rigen más por cuestiones racionales que emocionales, cuando seguramente pesan más segundas. Determinadas formaciones, que han obtenido menos representación que la esperada podrían sufrir la irrelevancia de tener que apoyar a otro para tener algún papel y es posible que no lo hagan, como hemos visto hasta ahora que ocurría en Andalucía.
Estrategia de grandes partidos
Quizás, PP y PSOE decidan no obstaculizarse mutuamente para no dar plano ni poder a los emergentes. Esta estrategia, más inteligente, podría hacerles conservar más poder y mayor influencia y mantener en la irrelevancia a Podemos y Ciudadanos, que pasarían a ser votos inútiles que no se transforman en ninguna política concreta. Darles plano en los Gobiernos perjudica a los dos grandes partidos, así que en su mano puede estar que eso no se produzca.
Porque no se juega tanto la elección entre la derecha y la izquierda, sino entre grandes partidos y partidos emergentes que quieren ocupar su espacio político. Es por eso que fomentar su poder es destruir el propio, algo que puede unir más a POSE y a PP que cualquier discrepancia programática que puedan tener. Un matrimonio de conveniencia que no tiene por qué evidenciarse más que en permitir que gobierne el otro, sin maridaje, sin unión, sólo con el latiguillo de permitir que gobierne la lista más votada, y resulta que en muchos sitios la lista más votada será la de uno u otro.
Hay mucho poder municipal y autonómico que repartir. Ahora empieza el juego de la política, porque los ciudadanos no han decidido nada, ya que su decisión ha sido dejarlo todo para los despachos. Con el afán de decidir, han acabado por dejar las decisiones más en manos de los políticos que nunca.