
Documentados análisis hechos desde distintas riberas políticas plantean la especial situación de incertidumbre con respecto al futuro del proyecto europeo que tantas ilusiones generó en determinados foros políticos, económicos y mediáticos desde los 80 del pasado siglo.
Articulistas y demás creadores de opinión también se hacen eco del errático camino por el que transcurre la construcción europea. Asimetrías económicas y sociales, democracia demediada por mor del tremendo poder de instituciones no emanadas del voto popular, eclipse total de dirigentes europeos por parte del Kaiser Merkel, incapacidad de afrontar las desgracias y sufrimientos de los embarcados en balsas, pateras y otros medios inseguros de transporte, la falta de proyección hacia el futuro, la total entrega a la política exterior de EEUU, el incumplimiento de documentos de tipo social que con carácter vinculante fueron aprobados hace décadas...
Las políticas nacionales que todavía son responsabilidad de los Estados, empleo, seguridad social, Estado de Bienestar, fiscalidad o desarrollo, tienen ante sí un triple círculo de hierro que les impide ejercer con la soberanía necesaria: UE, euro y deuda pública. Hay un poder fáctico que marca unos límites frente a los cuales las legislaciones nacionales son estériles. Ante esta situación lo más correcto es pararse a dilucidar si el camino es válido.
Pero de manera inexplicable, las fuerzas políticas se entregan a campañas electorales pasando de puntillas sobre esta cuestión. Y cuando lo hacen es para repetir la monodia del europeísmo irrenunciable. Salirse del euro es una barbaridad, de acuerdo, pero ¿se puede seguir así? La deuda es incuestionable, pero ¿se podrá pagar en un futuro mientras sigue aumentando su monto y también las necesidades sociales? No se pueden alterar los tratados, de acuerdo, pero ¿cuál es el horizonte al que nos llevan? Ante esto todos callados y más callados.