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La identidad de las ciudades del futuro

  • La resilencia se configura como la tabla de salvación de las urbes del mañana

En un mundo cada vez más global y conectado, las urbes están llamadas a una drástica transformación. Se calcula que en 2045 la población urbana superará los 6.000 millones y que en 2030 habrá 41 megaciudades -en 1990 eran 10 y 28 el pasado año-. La gestión de las áreas metropolitanas por tanto se convertirá en el principal desafío de las ciudades del mañana.

La mayor parte de ese crecimiento se experimentará en los países en desarrollo e irá ligado al aumento de su clase media. Algunas estimaciones señalan que en 2030 la cifra de personas que vivirá en ciudades podría situarse en 4.900 millones. La consecuencia más inmediata será una mayor demanda de recursos naturales y materias primas, como el petróleo, esencial en el transporte de personas y productos. En este sentido, el número de vehículos privados experimentará un rápido incremento: si en 2013 se produjeron 87 millones de coches, a finales de la próxima década se fabricarán 120 millones anuales.

Esa creciente urbanización implicará otro gran desafío: el cambio climático. La contaminación provoca la subida de las temperaturas y el nivel del mar, lo que a su vez ocasionará más desastres naturales. En los últimos 20 años se han duplicado las catástrofes producidas por la naturaleza y han causado la muerte de más de 1,3 millones de personas.

Por tanto, las ciudades se enfrentan a desafíos complejos que requieren soluciones igual de profundas. Las medidas para enfrentarlos no pueden esperar, porque nos encontramos ante retos más que inminentes. Hacer más resistentes a nuestras urbes debe ser una prioridad y para ello la inversión en infraestructuras inteligentes es ineludible.

Contar con una sólida red de transporte con avanzadas tecnologías de gestión, soluciones de software para la automatización ferroviaria, protección de infraestructuras críticas, edificios anti terremotos con sistemas de control, gestión energética y evacuación, o una red inteligente que integre todas las formas de generación de energía para evitar la interrupción del suministro, son algunas de las medidas necesarias para fortalecer las infraestructuras urbanas.

De esta forma, las ciudades serán resilientes, es decir, más resistentes ante cualquier situación de emergencia, lo que les ayudará a gestionar y reaccionar de una forma más óptima.

La resiliencia se configura como la tabla de salvación de las urbes del mañana. Invertir en ella no sólo les ahorraría 1.000 millones de euros, según un estudio de Siemens y la consultora Arup, sino que también les ayudaría a hacer realidad una auténtica movilidad sostenible. Con ello, minimizarían el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos.

Todos los indicadores señalan que el medio ambiente en las ciudades está llegando al límite y si no empezamos a actuar, no seremos capaces de afrontar las consecuencias de nuestros propios actos. Quizá no estemos en el mejor momento económico, pero no hay que perder de vista que se trata de hacer desembolsos en tecnología con beneficios a largo plazo y que nos ayudarán a construir un planeta mejor para las generaciones presentes y futuras. La tecnología existe, sólo hace falta invertir en ella.

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