
Podemos es casta. Y no lo digo yo. Lo dijo Juan Carlos Monedero en una entrevista en la que aseguraba que el partido de su amigo Pablo Iglesias se parece cada vez más a aquellos a los que pretende criticar. Lo dijo el jueves de la semana pasada -fue la primera vez, por cierto, en la que coincido con él- pero rectificó el viernes.
"Las convicciones de Podemos no se han movido. Son firmes", reculó. Parece así que lo que no son firmes son ni sus opiniones ni las explicaciones que tres meses después siguen pendientes sobre los trabajos realizados para Venezuela y sus aliados en la Latinoamérica chavista.
Monedero cobró 425.000 euros a través de una empresa creada ah hoc para evitar el pago del IRPF que como al resto de españoles le hubiera correspondido. Tuvo que descubrirse el engaño para que presentara una declaración complementaria ante Hacienda y enseñara las facturas, pero, aún hoy, no se conocen ni el contrato ni el contenido del trabajo.
¿Quiénes son casta?
Y eso, en alguien que da lecciones a los demás y pretende ser ejemplo en la rex publica resulta cuando menos llamativo. Casta es eludir el pago de impuestos, casta es facturar y pagar a los trabajadores en negro, como hacía Pablo Iglesias con su productora Con Mano Izquierda, casta en cobrar un beca por un servicio que no se presta, como hizo Íñigo Errejón, y casta es, sobre todo, ocultarse bajo las alfombras de la podredumbre.
Decía Eduardo Galeano, el escritor uruguayo al que Monedero asegura poner por delante de las intrigas de Juego de Tronos, que "la palabra política se ha manoseado tanto que significa todo y no significa nada". Y no le falta razón. Podemos quiso etiquetar a sus adversarios y la jugada le ha salido mal. Las presuntas y diversas corruptelas -todas ellas ahora judicializadas- demuestran que han caído en los mismos errores. Sólo les faltan ya los votos para intentar controlar a los medios de comunicación.