
Lo pueden negar. Pero no ocultar. ¿Se han disparado los nervios en el PP? Así parece, justo en un año electoral. Las noticias sobre disensiones y filtraciones dentro del Ejecutivo, sus aledaños y el partido pueden no ser verdad; difícil aportar pruebas y quienes las tuvieran no pueden darlas por deontología profesional. Pero el mero hecho de que se insinúen es ya un dato.
En plena campaña electoral hay filtraciones sobre posibles irregularidades económicas de algunos de sus miembros; cuando la encuesta del CIS anuncia que la corrupción es la principal preocupación de los ciudadanos, el último cómic de Ibáñez con las aventuras de Mortadelo y Filemón se titula El Tesorero (del Partido Papilar) ¿Casualidad? El golpe es importante.
Por otra parte el discurso económico, pieza básica de Rajoy, empieza a sonar repetitivo: ¿cómo modularlo para que anime? Los electores ya saben que el PP es un buen gestor. Sin embargo, hay algo que aprendí en política. En 1982, en mi circunscripción electoral (Valencia) la UCD pasó de seis a ningún diputado. Fernando Abril, exvicepresidente del Gobierno y cabeza de lista, se quejaba: "¡Con lo que he hecho por esta provincia (entre otras cosas convertir su Bolsín en Bolsa de Valores)!"
¿Y ahora qué?
Se olvidaba de que los electores no votan pasado, votan expectativas. La carretera o el puente construido ya están. "¿Ahora qué más?", pregunta cada votante. Es verdad que el pasado es un indicio del futuro, pero sólo eso, un indicio. Lo que se pregunta cada ciudadano, individualmente, repito, es ¿ahora qué?
¿Será por eso que el presidente anunció crecimientos del PIB del 3%? Una esperanza macroeconómica que hay que trasladar a cada votante. En las próximas elecciones cada español va a votar por su futuro. ¿Hay alguien que le dé seguridad de que va a ser mejor? El que lo consiga se llevará los votos. Se vota por el futuro. ¿El del 3%, usted, querido lector, lo votaría?