Levantarse, darse una ducha, lavarse los dientes, dar de comer al perro o al gato, averiguar qué ha pasado en el mercado de Shanghái por la noche... Para cualquiera en Europa que se tome en serio los mercados, ésa es la rutina matinal. Ha sido siempre así, salvo por una gran diferencia. Si el reflejo anterior era fijarse en Wall Street, tal vez con una mirada de soslayo a Tokio, ahora es Shanghái lo que importa. Lo que pase en China marca los acontecimientos.
En los últimos meses, los índices de valores chinos se han disparado y serán el desencadenante de un gran cambio. Durante al menos cien años, Wall Street ha sido el mercado financiero global dominante y era al Dow y al S&P 500 adonde todas las demás bolsas del mundo acudían en busca de pistas. A partir de ahora, seguramente sea Shanghái.
Wall Street está a punto de quedar relegada a un segundo plazo, con consecuencias importantes para el funcionamiento de los mercados del dinero: Wall Street se convertirá en una bolsa regional, como el FTSE de Londres. Los bancos y agentes chinos dominarán los mercados. Y tendremos que acostumbrarnos a un mercado dominado mucho más por inversores privados y el Estado, y menos por profesionales y fondos de cobertura.
A nadie se le habrá pasado que los mercados chinos de capital suben como la espuma este año. Nos hemos habituado en la última década a que la máquina industrial china inunde el mundo de productos manufacturados y somos cada vez más conscientes del auge de un nuevo tipo de empresa china que compra activos en todo el mundo pero sus mercados financieros habían permanecido inmóviles durante años. Ahora acumulan una fuerza financiera igual a su músculo industrial.
El índice compuesto de Shanghái ha arrasado a todos los demás mercados este último año y su valor se ha duplicado con creces. Sólo desde febrero, ha subido de 3.000 a 4.300, y sigue subiendo. Como cualquier mercado, cuando coge velocidad no hay quien le pare. Las exportaciones chinas pueden bajar y su mercado inmobiliario tambalearse, pero el índice compuesto de Shanghai se encoge de hombros ante las malas noticias y sigue hacia arriba.
¿Una burbuja?
Por supuesto, podría ser solo una burbuja. A los chinos siempre les ha gustado apostar y se toman las acciones como la ruleta, con un abandono despilfarrador e insensato. Hasta un veterano de la burbuja puntocom de hace 15 años se marearía con las valoraciones de algunas empresas chinas. Las acciones tecnológicas se comercian con ratios PE de más de 220, frente a los 156 del índice Nasdaq en lo más alto del boom de Internet. Como con cualquier boom, se persigue a algunas empresas endebles con valoraciones ridículas. Aun así, que el precio haya subido no significa necesariamente que el mercado esté desquiciado. China se ha enriquecido mucho en los últimos cinco años y su mercado bursátil no había seguido el ritmo. Puede que simplemente esté poniéndose al día.
Lo que sin duda implica es que el índice de Shanghái está a punto de convertirse en uno de los mayores del mundo. El pasado noviembre, suplantó a Tokio en el segundo puesto, calculado en capitalización total. Todavía tiene un tercio del tamaño del mercado estadounidense pero si tenemos en cuenta el número de IPO (y que un informe de Deloitte indicaba que los listados chinos superaron a los de EEUU tanto en tamaño como en valor en el primer trimestre del año) y el crecimiento de los precios de las acciones, no cuesta especular que el índice chino será el mayor del mundo al final de esta década y posiblemente antes.
Ya se ven las consecuencias en el resto del mundo. Durante tres o cuatro generaciones, lo más importante que necesitaba saber todo inversor era qué ocurría en Wall Street. Era la sede de las mayores empresas del mundo, que operaban en la mayor economía del mundo. Si el Dow subía, el FTSE, CAC -30 y DAX hacían lo mismo al día siguiente. Si bajaba, los demás también. Nueva York fijaba el ritmo y el pulso de todos los demás mercados.
Ahora, todo eso va a cambiar. El índice de Shanghái va a escupir tal cascada de dinero y será tan influyente que parece inevitable que pronto se equipare a Wall Street y después lo eclipse. Quizá lo haya hecho ya (de hecho, en su rendimiento se fija la mayoría de los inversores europeos).
Habrá más repercusiones. A medida que Shanghái se convierta en el mercado bursátil más grande del mundo, serán los banqueros y agentes chinos quienes lo dominen. En estos momentos, más de la mitad de los 20 grandes agentes y bancos de inversión por valor de mercado están en China. Citic Securities, Shenwan Hongyuan y demás serán nombres tan conocidos como Goldman Sachs o Morgan Stanley.
El estilo también cambiará
El ánimo también cambiará. Si los mercados de Wall Street han estado dominados por gestores profesionales del dinero, al menos en los últimos cincuenta años, el mercado chino es muy distinto. Está dominado por pequeños inversores privados (solo desde diciembre se han abierto en China más de diez millones de cuentas personales). Y está muy intervenido por el Estado, de una forma en que el estadounidense nunca lo ha estado. Si piensa en Wall Street como un mercado volátil, espere a ver cómo es un mercado dominado por Shanghái.
Aun así, que sea mejor o peor no importa mucho. En los próximos años, Wall Street quedará relegado a un segundo plano a ojos del resto del mundo y será Shanghái el que ocupe su lugar. Los inversores tendrán que acostumbrarse.