
Pese a las turbulencias tanto económicas como políticas que atraviesa el gigante sudamericano, tanto España como Europa son conscientes de las oportunidades que Brasil aún tiene por ofrecer. Brasil cuenta con unas estructuras económicas y sociales que le permiten entrever un futuro prometedor y de estabilidad. Muestra de ello es que sigue siendo la séptima economía mundial por PIB y la primera en América Latina.
Brasil es, indudablemente, uno de los mercados más atractivos del mundo para invertir y genera un porcentaje cada vez mayor de los resultados globales para las empresas españolas y europeas.
Así, son numerosas las empresas españolas que no se han querido perder las oportunidades que ofrece un país con una clase media emergente y en el que aún quedan muchas cosas por hacer.
Empresas que gozan de gran prestigio y trayectoria, tales como Abertis, Acciona, Banco Santander, Carbonell, Endesa, Iberdrola, Repsol, Mapfre o Telefónica, ya han aterrizado en territorio brasileño y han visto aumentados sus resultados globales. Por traer a colación un ejemplo, recientemente, Telefónica anunció una ampliación de capital de cerca de 3.000 millones de euros para financiar la adquisición realizada este verano de la operadora brasileña GVT -valorada en 7.450 millones de euros-. Tal y como se apuntaba recientemente en la serie Diálogos de Internacionalización celebrada en Madrid, la sólida apuesta que España y las empresas españolas han tenido y tienen por Brasil, con un 11% de la inversión extranjera en el país y con una inversión que alcanza los 900.000 millones, debe mantenerse puesto que, al margen del actual periodo de ralentización, la tendencia es hacia el crecimiento.
Por su parte, Brasil también supone una importante llegada de capital para España, pues en 2014 consiguió situarse en el puesto número 16 de los principales importadores de nuestros bienes, lo que supuso más de 3.000 millones de euros. En cualquier caso, la relación entre España y Brasil es una relación fornida que no sólo se basa en un acuerdo estratégico en términos económicos y de empresa, sino que, también, alcanza otros ámbitos como la cultura, la educación, la defensa, la política interior o la cooperación para el desarrollo.
Por su parte, la Unión Europea tiene también grandes expectativas respecto a Brasil. No sólo es su principal socio económico, sino que también es el segundo socio comercial y primer inversor extranjero de la región CELAC. Además, las inversiones de América Latina y el Caribe en países de la UE crecen cada año y Brasil es ahora el segundo inversor en países de la UE después de Estados Unidos.
En 1992 se firmó un Acuerdo Marco de Cooperación y en 2007 se estableció una Asociación Estratégica, y desde ese año, se han celebrado ya siete cumbres UE-Brasil. Sin embargo, la emergencia de nuevos actores ha alterado el equilibrio mundial y, por ende, la relación entre Europa y América Latina y el Caribe. De hecho, la emergencia de la región del Asia-Pacífico está convirtiendo a China en uno de los principales socios comerciales para algunos países de la zona, en especial varios de los sudamericanos, entre ellos Brasil.
En un mundo cada vez más global y complejo, en el que aparecen nuevos actores que desdibujan el tradicional orden internacional, resulta especialmente importante obviar diferencias, y centrarse en aquello que une a América Latina y a Europa -que desde luego, es mucho más que aquello que los separa-.
Así, encuentros como la visita a Brasil de Jesús Manuel Gracia, secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica el pasado mes de marzo, la reciente llegada a España del vicepresidente brasileño, Michel Temer, o la Cumbre UE-CELAC que se celebrará en Bruselas a finales de junio de este año, resultan alentadoras, pues son una oportunidad idónea para establecer un diálogo win-win y retomar con fuerza el proyecto latinoamericanista en Europa.
En definitiva, son muchos los beneficios mutuos, y por ello es importante seguir fortaleciendo los lazos a nivel político, institucional y también ciudadano. Las relaciones internacionales se convierten en protagonistas en una sociedad global, y ni Europa ni Brasil pueden quedar al margen.