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¿Revolución sináptico-política?

En el cerebro humano están las neuronas. Son muy importantes: las células de la memoria y el conocimiento; hay millones. Pero para que puedan funcionar necesitan sinapsis; las uniones entre neuronas. Sin ellas el cerebro no actúa. Cada neurona tiene más de 10.000 sinapsis. Así que hay billones de ellas en cada cerebro. Parte de la neurociencia estima que, en un momento temprano de la vida, una persona tiene desarrolladas todas las neuronas y sinapsis. El problema es que desaparecen si no se usan; en los niños a un ritmo de 100.000 sinapsis por segundo. Por eso es tan importante su estimulación precoz. El niño necesita ponerlas en marcha para mantenerlas funcionales.

Si analizamos la sociedad como organismo vivo, las neuronas serían las personas. Cada una es una acumulación de pensamiento. Las sinapsis serían las relaciones entre ellas.

En la España política hay muchas perso-neuronas, tantas como cargos públicos, dirigentes partidistas, pensadores, críticos, interesados en asuntos públicos ... Lo que no está tan claro es que entre ellas existan las conexiones necesarias -sinapsis políticas- para una sociedad inteligente. Por ejemplo, las sinapsis entre los centros de nuestros partidos políticos parecen cortocircuitadas. El consenso de la transición no fue sino eso: la proliferación de conexiones inteligentes y constructivas entre los diferentes órganos de decisión de los partidos. Algo que ahora se echa de menos.

La ventaja en estas sinapsis políticas es que, al contrario que las del cerebro humano, se pueden construir y reconstruir. Una sociedad política madura, al revés que el cerebro de un adulto produce perso-neuronas y puede desarrollar las relaciones entre ellas -sinapsis en términos de neurociencia- construyendo una inteligencia colectiva eficiente. Necesitamos que ocurra; algo difícil en un año electoral. Una vez pase 2015 esperemos que se produzca esta revolución sináptico-política.

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