Es posible, como dicen las Autoridades, que el Banco Madrid haya participado en operaciones de blanqueo de capitales y que por tanto sea merecedor de una sanción, incluso de la más grave que se puede imponer a una entidad de depósito: la retirada de su licencia para continuar operando como tal. Sin embargo, lo que no parece razonable es que las medidas cautelares que se han llevado a cabo para asegurar que no continuaba, si es que lo venía haciendo, realizando operaciones ilícitas generen un daño que ya es irreparable, como ha ocurrido con el anuncio de la liquidación del banco.
Si había sospechas, indicios e incluso evidencias, de que el banco venía blanqueando capitales, las Autoridades bien podrían haber dado instrucciones de bloquear determinadas cuentas directamente a la dirección del mismo. A partir de ahí se podrían haber continuado las investigaciones, pero no hacía falta intervenir la entidad dado que no estaba aquejada de problemas de gestión que afectaran a su solvencia, como han reconocido esas mismas autoridades.
La intervención sólo ha generado un problema y no pequeño: que afectaba a la reputación de la institución. Una vez afectada la reputación del banco sólo podía esperarse lo que ha ocurrido: una retirada masiva de depósitos que, como es lógico en nuestro sistema bancario de reserva fraccionaria, aboca a la entidad a la suspensión de pagos. En cualquier caso, la suspensión de pagos podría haberse evitado si el Banco Central Europeo hubiera actuado como corresponde a un banco central ante un problema de liquidez en cualquiera de las entidades que operan en el área monetaria que controla. Esa actuación no es sino la de prestamista en última instancia, anticipando al banco con problemas de liquidez, que no solvencia, de la tesorería necesaria para hacer frente a los desembolsos que sus clientes le exigen. El Frob, a quien se ha preguntado qué pretendía hacer con la entidad intervenida, ha dicho lo que tenía que decir, aunque de otro modo: lo suyo es rescatar entidades con problemas de solvencia, no proveer de liquidez a un banco con dificultades por la necesidad de liquidar rápidamente una parte sustancial de sus activos para hacer frente a sus obligaciones a la vista.
Y al BCE nadie se ha dirigido, aunque también es cierto que la antigua obligación de proveer de liquidez a un banco en dificultades ya sólo se aplica a los bancos sistémicos y Banco Madrid no lo es, por lo que al final el tamaño ha sido importante para la forma en que se pretende resolver esta pequeña crisis bancaria.
Más difícil de comprender aún es la actuación de la CNMV suspendiendo los reembolsos de las IIC (fondos y sicav) de la entidad. Dichos reembolsos apresurados y cuantiosos sólo podían afectar a los propios partícipes de las IIC, que habrían provocado una caída en los precios de los activos que pretendían vender. Así la CNMV tal vez les haya asegurado que podrán vender un poco más tarde sin tanto quebranto económico, a cambio de unas semanas de insomnio. Probablemente los partícipes preferían el quebranto al insomnio, pero no les han dejado elegir a pesar de que no hacían daño más que a sí mismos.
La desaparición de una entidad siempre es una mala noticia en un sector que tiende a la concentración, sin embargo hay entidades que deben desaparecer por exigencias del mercado o ejemplificadoras ante actuaciones moralmente muy reprobables, como por ejemplo es el blanqueo de capitales. Sin embargo, en este último caso, la seguridad jurídica no puede desaparecer. Sensibilidad es lo que les ha faltado a las Autoridades en este caso, al no pensar en la inmensa mayoría de los clientes de Banco Madrid y sus empleados.
La sensibilidad se ha convertido en agravio comparativo si uno piensa en la tranquilidad de la que han disfrutado los depositantes de todas las entidades de crédito españolas durante la crisis bancaria última. Sin embargo, y eso es positivo, no cabe duda de que las Autoridades han comprendido que no pueden rescatar a todos todo el rato y han terminado circunscribiendo su actividad rescatadora a las entidades sistémicas, esos monstruos que ellas mismas han creado con su política proconcentradora.
Dar un paso más no les vendría mal: abandonar el rescate de cualquier entidad con independencia de su tamaño porque si no, al final, sólo tendremos entidades sistémicas y volveremos al principio: serán responsables de rescatar a todos en cualquier circunstancia y momento.