
La balanza comercial española ha cerrado el año 2014 con un déficit de más de 24.000 millones de euros corrientes. El déficit comercial ni es nuevo ni tiene visos de transformarse en superávit en el futuro inmediato. No obstante, es subrayable que ante los primeros indicios de recuperación económica, este déficit se haya disparado en un 50% más de lo que fue en 2013.
Algunos opinan que es el mejor indicio de la fuerza y la confianza que va adquiriendo la demanda interna, pero no podemos perder de vista la situación de endeudamiento externo de la economía española -desequilibrio notable donde los haya-, que muy probablemente se incrementará con este déficit comercial. Es decir, va a ser difícil que el resto de rúbricas de las balanzas por cuenta corriente y de capital den un vuelco a lo que previsiblemente va a ser una posición más deudora que la que teníamos hace un año frente al resto del mundo. También es cierto que el crecimiento lo tapa casi todo y, con unos tipos de interés tan bajos en los mercados internacionales, la economía española se lo va a poder permitir, al menos en el corto plazo.
En todo caso, nos debería preocupar que, en el inicio de esta recuperación, la economía española vuelva al patrón de otros tiempos en materia de comercio exterior. De las cifras de 2014 se desprende que el nivel de cobertura entre exportaciones e importaciones de bienes cae en un año nada menos que casi tres puntos -hasta el 90,75%-. Esto ha ocurrido cuando el precio del petróleo y del gas en la segunda mitad del año se iba reduciendo, de modo que nuestra principal partida importadora reducía sus precios y permitía una reducción de casi 3.000 millones de euros en el déficit del comercio energético. Razón fundamental que explica que las importaciones de terceros países que no son UE solamente hayan crecido un 1,8%.
Los problemas del déficit comercial no solamente hay que buscarlos en el comportamiento de la demanda interna, cuya recuperación se ha orientado de un modo muy notable hacia los productos extranjeros -prueba evidente de que la recuperación tampoco había que buscarla ahí-. El dato de importaciones de coches, por poner un ejemplo, es apabullante: un crecimiento de más del 30% en el último año. Un dato más general nos dice que el crecimiento de las importaciones de bienes se sitúa en un 5,7%, una tasa cuatro veces superior a lo que aumenta el PIB anual.
La cuestión estriba en el lado de la oferta nacional de bienes, que solamente es capaz de incrementar sus exportaciones en un 2,5%. Es cierto que crecen más de lo que lo hace el producto, pero lo hace a una distancia muy notable de las importaciones y a una distancia considerable de lo que lo hace el crecimiento mundial de la renta, que previsiblemente se ha situado por encima del 3,5%.
Es cierto que las exportaciones de bienes a países UE han aumentado casi un 4%, pero se ha deteriorado mucho el saldo con estos países. Nuestro saldo con la UE es de un superávit que ha caído en más de 6.000 millones de euros. Centrándonos en los cuatro grandes de la UE, que representan casi dos tercios de nuestro comercio exterior, se observa que la tónica general es de un crecimiento notable de las importaciones y un crecimiento mucho más pausado de nuestras exportaciones.
Cabe preguntarse si es un problema de competitividad de la economía española en relación con sus socios europeos. La respuesta más plausible es que el problema no es la evolución de la competitividad española, a todas luces positiva por mor de su devaluación interna, al menos desde la perspectiva de los precios. Más bien habrá que encontrarla en el débil crecimiento de nuestros socios. En este sentido, dado que las exportaciones a la UE han crecido "solamente" al 4% en 2014, cabe esperar que la mejora de las expectativas de mayor crecimiento en la UE sirva para incrementar nuestro flujo exportador y recuperar buena parte del nivel de cobertura perdido en 2014.
Otra cosa distinta es que las exportaciones a precios corrientes al resto del mundo -excluida la UE- prácticamente no hayan variado. Se podría decir que le ha faltado fuelle al sector exportador de bienes. Esta debilidad no se puede achacar a la falta de crecimiento de los otros. La internacionalización de la economía española y la consiguiente diversificación de los mercados, como factor de cobertura frente a crisis locales y regionales, además de factor de crecimiento estable, conllevan ganar cuota de mercado también frente ese resto del mundo que no es UE. Sin embargo, los datos de balanza comercial desdicen esta orientación y obligan a una reflexión sobre nuestro comercio exterior de bienes y sobre los instrumentos institucionales, logísticos y financieros más adecuados para ello.