Firmas

Estado de la nación: la clave, el empleo

  • El debate eludió los problemas de fondo de la economía española
Mariano Rajoy, durante una intervención en el Debate del Estado de la Nación.

A la fecha ya se han escrito cientos de páginas respecto del Debate sobre el Estado de la Nación, donde se ha comentado, en lo fundamental, el estado de la política española. Algo que el ciudadano corriente soporta con desánimo: siempre los mismos tics, con los mismos lugares comunes.

En el debate faltó, sin embargo, la referencia a la dictadura franquista. Aunque a buen seguro, tarde o temprano, volverá. Por el contrario, tuvimos a Bárcenas, los ERE y las consabidas alusiones al capitalismo opresor de la troika y los desalmados banqueros. Incluso, políticos extra parlamentarios han hecho su propia sesión fuera del hemiciclo, en base a que algún día estarán allí: es la democracia televisiva.

España no deja de ser un enigma histórico, como avanzó Sánchez Albornoz a mediados del siglo pasado. Y es que este pueblo milenario no deja de estar anclado en sus atavismos; con lo que la modernidad parece que no acaba nunca de llegar. Ahí están los jóvenes dirigentes políticos que se asoman al escenario, que no dejan de estar imbuidos de viejas ideas ya superadas por la Historia. Es como si la Revolución Industrial o la caída del Muro de Berlín no hubieran sucedido nunca. Y ahí siguen, aludiendo a resolver los problemas de las clases más desfavorecidas en una permanente lucha contra el capitalismo opresor, aunque ellos vivan en el paraíso de la gauche caviar como se dice en el país vecino. Y si no, vean cómo Syriza ha entrado por la senda de la realidad capitalista, aunque vayan predicando lo contrario. Mantener el poder, aún cambiando lo que llevó a él, suele dar excelentes beneficios. Y siempre habrá muchos que crean que hacen lo que en realidad no hacen.

Situación económica

La situación de nuestro país, en lo económico, es -se quiera, o no se quiera admitir- mucho mejor que al inicio de la Legislatura. La economía crecerá este año alrededor del 3%, y se crearán empleos en una mayor cuantía que el pasado año. Con un 2016, si nada lo impide, en un tono similar. Se ha dado la vuelta a la situación que había en 2011. De esto no hay ninguna duda. Con lo que aludir a la destrucción del Estado de bienestar no deja de ser sino un eslogan de márketing político, cuando, precisamente, los cuatro elementos básicos de un Estado de bienestar -pensiones, desempleo, educación y sanidad- se han mantenido incólumes a costa de aumentar el endeudamiento público de manera exorbitada. A lo que ha contribuido también las pocas reformas que se han hecho en la estructura del Estado. Nadie parece estar decidido a resolver el desmadre político y económico del Estado de las Autonomías.

Hay que decir también que la decisión de no aceptar el rescate en su día, aunque contestada por muchos (entre los que me incluyo) resultó ser una excelente, aunque arriesgada, decisión. De haberlo hecho, hoy España estaría dirigida por la desagradable troika y el ajuste habría sido mucho más dramático, aunque, quizás, esos intocables problemas estructurales del Estado habrían dejado de ser tan intocables. Visto a posteriori el resultado, ha sido, sin embargo, mucho mejor. Lo que debería aplaudirse.

El Debate sobre el Estado de la Nación dejó de tocar, sin embargo, los problemas de fondo de la economía española. Que no son otros sino la economía real. Una oportunidad perdida por una oposición anclada en sus atávicos mensajes. ¿Y cuáles son esos problemas? Sencillamente los que afectan a la creación de empleo de calidad. Un aspecto que parece que se deja para la próxima legislatura, con una proyección muy alentadora en boca del presidente actual: crear tres millones de empleos. Aunque, con el panorama de un posible Parlamento ingobernable sería imposible. De ser así, no habría más reformas, y un Gobierno en minoría -tal como hoy cantan las encuestas- sería incapaz de hacer nada que resuelva este dramático asunto.

Economía real

La economía real va, sin embargo, más allá de la fiscal o financiera. Se asienta en gran medida en la industria. Un capítulo donde el Gobierno actual obtiene una nota muy baja. La política industrial, incluyendo los temas pendientes que afectan a las infraestructuras (ya sean el irresoluble asunto de las autopistas de peaje o el asunto del agua), ha sido prácticamente inexistente. A lo que hay que añadir la deficiente política energética, cuya gestión ha llevado a tener el kilovatio más caro de Europa. Por no hablar de la política de innovación, partida en dos entre el Ministerio de Industria y el de Economía y Competitividad, cuya segunda denominación, en la práctica, no existe. Terminando por las exportaciones, donde España tiene un déficit comercial cercano al 2% del PIB, aunque este resultado se palíe hoy con el crecimiento del consumo.

Una política industrial que debería ser la clave de la creación de empleo. Donde el propio Gobierno parece haber tirado ya la toalla. Una oportunidad perdida donde los partidos de la oposición parece que no tienen nada que ofrecer. Será porque les bastan una recetas bolivarianas o anticapitalistas, o unas ideas macroeconómicas poco definidas con las que alcanzar el poder siguiendo el ejemplo griego. Al final, desgraciadamente, perderán los de siempre. Y España seguirá siendo un enigma histórico para los que vengan después.

Eduardo Olier, presidente del Instituto Choiseul España

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