
Entre febrero y agosto de 1953 tuvieron lugar en Londres las negociaciones entre EEUU, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Grecia, España y bastantes países más de una parte y de la otra Alemania a fin de condonar el 62,6% de la deuda contraída como compensación de los desafueros del nazismo. Además se alargaron los plazos para pagar el 37,4%. En 2010 se terminó de pagar dicha deuda.
Este tratamiento a Alemania no era nuevo. Al finalizar la I Guerra Mundial, el Tratado de Versalles de 1919 impuso a Alemania el pago de 226.000 marcos de oro como compensación de los desastres de la guerra. Entre 1924 y 1929 Alemania pudo pagar algo gracias a los préstamos cercanos al billón (americano) de dólares. En 1930, el Plan Young redujo la deuda a la mitad y con posterioridad la moratoria Hoover consiguió que Gran Bretaña y Francia renunciaran a la parte que se les adeudaba.
El caso es que Grecia nunca ha conseguido cobrar su deuda, pese a que ha ido insistiendo durante años. Está claro que las razones que movieron a los aliados tras la II Guerra Mundial no eran otras que sostener a una Alemania tan cercana a la URSS y en consecuencia una magnífica plataforma militar de la OTAN. Grecia parece atada a la causa como consecuencia de su pertenencia a dicha alianza militar y también por su inclusión en la UE y en la zona euro.
La advertencia de Tsipras desvinculándose del acuerdo europeo sobre nuevas sanciones a Rusia introduce un elemento que los entregados Gobiernos griegos anteriores no quisieron usar, las alianzas en función exclusiva de los intereses de su pueblo. Cuando esto se escribe, la eurozona acepta negociar marginando a la troika. Para baldón y vergüenza de algunos Gobiernos, entre ellos el de España, tan dóciles y sumisos, queda demostrado que la firmeza razonada de Syriza es el auténtico patriotismo. Y lo afirmo desde el recuerdo de la reforma constitucional perpetrada por el bipartito en 2011.