
A mediados del pasado diciembre conocimos los resultados de la segunda de las dos subastas de liquidez (TLTRO, por sus siglas en inglés Targeted Loan Term Refinancing Operation) que el Banco Central Europeo (BCE) llevó a cabo dentro de su plan para que vuelva a fluir el crédito ente pymes y familias.
Se tenía previsto prestar un total de 400.000 millones de euros, habiendo sido la cantidad finalmente concedida de poco más de la mitad (el 53,1%). Una de las particularidades de esta línea de financiación radicaba, precisamente, en que el plazo para su devolución se fijaba en función de la finalidad para la que las entidades destinaran los fondos recibidos: si el dinero recibido servía para conceder crédito a familias y empresas, el plazo para su devolución se ampliaría en dos años hasta 2018. Si no, tendrían que devolverlo en 2016 para no sufrir ninguna penalización.
Esta forma de apoyo público, dirigida, en principio, a fomentar el crédito en un sector específico, no es una novedad del BCE. De hecho, guarda mucha relación con los denominados coeficientes de inversión obligatoria que tenían que cumplir las entidades en España hasta comienzo de los años 90.
Estos, los coeficientes de inversión obligatoria, establecían que las entidades debían dirigir su inversión (concesión de crédito) a unos sectores específicos, por lo general, a un tipo de interés inferior al de mercado o subvencionado. Estos coeficientes, entre los que se encontraban el de caja, que obligaba a las entidades a mantener un muy elevado deposito en el Banco de España, y el de inversión en Pagarés del Tesoro, que lo hacía a adquirir deuda pública a muy bajo interés, en proporción a los depósitos captados del público, en ambos casos, financiaban a un sector muy concreto: el Estado hasta su derogación a comienzos de los años 90. Anteriormente ya se habían derogado otros coeficientes en favor del sector de la vivienda o del naval, por ejemplo.
Intervención del BCE
En definitiva, la actuación del BCE se aproxima, aunque no sabemos si ha sido sin quererlo o sin pretenderlo, a la de los Estados intervencionistas de antaño preocupados por asegurar la facilidad crediticia a un sector concreto, especialmente, al propio Estado. De hecho, tirando de hemeroteca, vemos que en 2009 el Ministro de Industria de aquel entonces, Miguel Sebastián, ya planteó que las entidades españolas que solicitaran avales del Estado o acudieran a subastas de activos tendrían que dedicar una parte de su actividad a conceder financiación a pymes. Finalmente, esta medida, no fue llevada a cabo, pero sí que se rumoreó que alguna de las principales entidades bancarias del país no acudieron a tal subasta de liquidez para evitar que se condicionara el destino de sus recursos.
Sin embargo, parece que el BCE tomó nota y está aplicando ahora un mecanismo similar. Lo importante ya no es si el crédito fluirá a familias y a pymes en Europa, y especialmente en el caso español donde prácticamente todas las entidades han acudido a las TLTRO, sino si el tipo de interés al que los prestatarios se van a endeudar en los próximos años irá en consonancia con el tipo de interés que pagarán las entidades por tomar prestado del fondo europeo, a una tasa fija del 0,15% a cuatro años, y en consonancia con lo que marcaban los extintos coeficientes de inversión obligatoria: financiación, y financiación barata, al sector destino.
Veremos, hasta 2016, si llega lo uno o lo otro o, más bien, otro intento fallido de potenciar la facilidad crediticia entre el público que acaba con más compras masivas de deuda pública. En definitiva, algo que no dista mucho de lo ya ideado hasta los 90.
Todas estas medidas van acompañadas de la rebaja de tipos histórica que vimos el pasado septiembre, fecha en que el BCE situó los tipos para operaciones de financiación en el 0,05%, tipo que condiciona asimismo la evolución del euríbor, principal índice al que se intercambian financiación los principales bancos de la zonaeuro. Igualmente se buscaba la activación del crédito: reduciendo el tipo al que el BCE presta dinero, la teoría dice que el tipo al que se prestan las entidades también será más bajo, y se favorecerá su movimiento.
En esa misma fecha, el tipo de interés aplicable a la facilidad de depósito, que ya se encontraba en negativo, se redujo de nuevo hasta el -0,20%. Es decir, a los bancos les cuesta dinero depositar fondos en el BCE así como mantener excesos de liquidez en cuenta corriente. De nuevo esta medida busca que el crédito circule, no facilitando a las entidades su depósito en el BCE por motivos de precaución.Parece, por lo tanto, que el BCE está sacando toda su artillería para potenciar que el crédito circule. Hace apenas una semana anunció un programa de compra de deuda por importe de 60.000 millones al mes desde marzo hasta septiembre de 2016 y rebajó el coste del TLTRO a 0,05%, al igual que el coste de las principales operaciones de refinanciación en el Eurosistema.
En definitiva, todas las medidas del BCE van encaminadas a potenciar la liquidez y el consumo, y cubrir los miedos deflacionistas que se llevan apoderando de la zona euro en los últimos meses. El dinero pasa de unas manos a otras como una pelota en un juego de playa: del BCE a la banca, de la banca a los Estados, de los Estados a la banca? Los datos, en cualquier caso, son claros: el crédito a pymes y familias se ha reducido en el último año un 6% y casi un 30% desde 2008. ¿Les caerá "algo" hasta 2016?
Siempre se dice que las finanzas es un juego de suma cero: lo que ganan unos lo pierden otros. Pero no siempre parece que sea así, porque el abaratamiento del crédito de los sectores privilegiados lo pagarán los no privilegiados.
Rubén Manso Olivar y Zaira Melero Hernández, de Mansolivar.