
En el desembarco de Aena en el mercado hay tres generalatos que toman decisiones, y que han dado sobradas muestras de no ser la misma voz durante toda la privatización.
La artillería, que podríamos decir es Hacienda, es quien asume el papel más ofensivo. Lograr el mayor precio posible por aquello de que si los bancos de inversión dicen que se puede estirar el chicle, mejor sacar la morterada de inicio, y que nadie critique que se ha vendido a un precio bajo.
Fomento sería la intendencia. La necesidad de no fracasar en una salida a bolsa como ya le sucedió al Gobierno Zapatero con Loterías. El interés por sacar a relucir que a un país que es un exportador internacional de empresas de infraestructuras y un líder turístico mundial le viene muy bien tener como tarjeta de presentación la primera compañía mundial de aeropuertos en red.
Economía sería la retaguardia, la pulcritud en el proceso. Quien paralizó la salida en octubre no fuera a ser que por el tema del auditor lloviesen las demandas, como ocurrió con Bankia, si la cosa salía mal. A lo que se unía entonces un desinterés de los compradores internacionales, que nada tiene que ver con el de Aena hoy en una Europa bursátil ataviada de su primer QE, que hace que el fondo del mercado sea alcista.
De la lucha de los tres generalatos tiene que salir el precio definitivo este lunes. La avidez compradora asegura que el chicle se puede estirar hasta el máximo. Incluso después de haber corregido muy al alza el rango inicial de precios de la OPV. Esta decisión, orquestada por quienes defienden sacar la mayor pasta posible, se ha cargado la estructura con la que se diseñó la operación. Ferrovial, la compañía con mayor experiencia mundial en la gestión de aeropuertos (algo debe saber sobre lo que valen estas cosas) ya no estará en el núcleo duro, y Alba, el hólding inversor que también defendía la españolidad de la compañía de cara al futuro, no subirá sus 53,33 euros ofertados.
La pugna entre los generalatos está en todo lo alto, y hay quien todavía defiende que al menos los March (Alba, que no va a mejorar su oferta inicial como Ferrovial para ver si al final entra) estarán.
La retaguardia y la intendencia saben que también se muere de éxito, por fuego amigo, si en una privatización se hinchan los precios. Aena tiene que tener un día después de la colocación. Y, además de haber un estreno brillante el primer día (está en manos de los colocadores), tiene que tener una historia bursátil atractiva porque será en la privatización definitiva, cuando se ceda el control de la compañía, la hora de sacar hasta el tuétano. Si Aena se va al rango más alto de la OPV no será difícil encontrar centenares de historias mejores que las de nuestros aeropuertos. Hace unas semanas, teniendo en cuenta sus comparables Aena ofrecía un potencial superior al 10 por ciento y hoy escasamente es del 5 por ciento.