Firmas

Europa y su semana crucial

No hay duda de que 2015 ha comenzado mostrando en toda su crudeza los problemas de Europa y su única unión, la monetaria. Del resto de uniones olvídense, no existen: no hay la fiscal, ni de política económica única, ni medidas comunes al impulso y reformas económicas, ni de ningún tipo. Intentamos pedirle a la política monetaria que obre un milagro y saque a Europa del atolladero en el que se ve inmerso, pero olvidamos que sin una unidad en el cuerpo económico, por más que se intente, todo puede estar condenado al fracaso. La ilusión de la droga de la expansión monetaria puede hacernos olvidar los problemas de Europa, pero no por ello desaparecen.

El BCE, por fin, y después de un par de años de espera, ha movido ficha. Draghi y la institución que gobierna, el BCE, han ido preparando el terreno para el QE. Su objetivo, al menos el público, está en los precios. Volver a el 2 por ciento, un objetivo olvidado durante un año y del que ahora vuelve a acordarse. Olvida el BCE que el principal problema está en la caída del precio del petróleo y que la misma complica sobremanera el repunte de los precios, especialmente cuando son muchos los análisis que ven ya un precio del barril del crudo por debajo de los 40 dólares.

Pero también tenemos un problema de demanda, por una parte de la externa. Sí, el QE va a devaluar nuestro euro. Hará más competitivo las exportaciones de bienes y servicios de los países del euro al resto del mundo, pero esto no es suficiente. Es tan solo un efecto que alivia, pero no resuelve el problema. Los productores europeos se van a encontrar un mercado mundial donde los países recortan sus previsiones de crecimiento; muchos emergentes ven cómo la caída del precio del petróleo pone en riesgo el crecimiento, los presupuestos públicos y la palabra austeridad parece tomar forma. China, además, ralentiza su crecimiento al virar su modelo económico hacia el impulso de su demanda interna. Incluso se incrementa el peligro de una guerra de divisas, cuyo escenario podría ser catastrófico. Pregunten a los suizos sobre las consecuencias de la revalorización de su divisa.

Pero no sólo es la externa, también lo es la demanda doméstica del euro que está adormecida. Países como Francia e Italia no han querido o no han podido hacer las reformas necesarias. Es curioso que algunos hablen de la necesidad de incrementar la expansión fiscal, pero no vean que sin las reformas necesarias, esa expansión se transformará en gasto público y no en inversión pública. El BCE pretende que el crédito sea mayor y más barato, para ello retira del balance de los bancos parte de la deuda pública que han adquirido y les llena de liquidez.

Sin embargo, qué entidad de crédito va a prestar si la demanda del mismo no es medianamente solvente, quién va a pedir crédito, si no hay crecimiento. Las tasas de paro son escandalosamente altas contrayendo la confianza. ¿No pueden los bancos, en vez de invertir en Europa, en sus ciudadanos y empresas, acudir a otros mercados con mayor margen de potencialidad como es EEUU, donde su divisa se revaloriza frente al euro y donde además su crecimiento se proyecta al alza, en lugar de una lánguida Europa?

Grecia

¿Quién en Europa va a invertir en Grecia? Un país que la miopía de sus gobernantes intentando a toda costa, incluso falseando las cuentas públicas, entrar en el euro les ha demolido. ¿Quién va a costear la deuda pública de un país que acumula año tras años enormes déficit públicos, lo que ha llevado a sobrepasar la ratio del 175 por ciento del PIB y sigue en ascenso, hasta una nueva quita o renegociación?

Y quién va a invertir en un país que ahora que comienza a tener superávit primario -el que excluye la factura por intereses- puede aupar a un partido populista como Syriza, aquel que ha llamado a no pagar la deuda, a subir salarios ya de por sí no competitivos, a poner todas las trabas posibles para no continuar con las reformas, sin que ni siquiera el BCE les incluya de momento en el QE. Es curioso que el BCE no quiera financiarles, aún cuando la línea del QE carga en los bancos centrales de cada país un importe considerable de un posible default. Me refiero a esa cláusula por la cual el 80 por ciento de las compras las realizará el propio banco central del país. Se imaginan: el banco central griego compra su deuda, luego incumple el pago de la misma pero se hace cargo del 80 por ciento del impacto de esa medida, algo que arruinaría aún más a aquel país y a sus ciudadanos.

Los griegos podrán votar a Syriza para que les suministre dosis de gasto público y así ganar tiempo. También el BCE nos proporcionara la metadona necesaria a través de imprimir euros y, como el caso heleno, ganaremos tiempo. Ganaremos tiempo sí, pero nos daremos cuenta de que es necesaria una unión económica europea real, aún cuando hoy no tenemos a nadie que la pueda liderar. Ganaremos tiempo para reconocer que es a través de las reformas económicas como podemos defender el estado del bienestar, aún cuando los partidos populistas ascendentes no quieran reformas, sino aplicar medidas anticuadas que nos han llevado donde estamos. Ganaremos tiempo para ser capaces de diferenciar entre gasto público y gasto político, porque solo reconociendo esta diferencia seremos capaces de desenmascarar a quienes dicen estado del bienestar, pero piensan en el bienestar del estado.

Hasta que no se reconoce el problema, el mismo no puede solucionarse. Somos adictos al láudano monetario que alivia los dolores económicos, generados por la falta de reformas.

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