La caída del precio del petróleo mejorará la competitividad del Viejo Continente.
La caída del precio de petróleo es una oportunidad para la economía europea. Dejemos sus causas, centrémonos en los impactos. La factura petrolera es un coste esencial de la producción europea. Debido a la escasa producción de petróleo, supone un cuarto del total de las importaciones de la Unión Europea. Con la bajada del precio del petróleo y por extensión de las otras formas de energía, las condiciones de producción y la balanza de pagos se verán alteradas, positivamente: mejorará la competitividad de la economía europea. El grado de esta mejora dependerá de cual sea la franja de precios en que a medio plazo se estabilice el bruto de petróleo.
Bien, estos serían los efectos generales sobre la economía europea. Por países, los europeos más dependientes de la importación de petróleo, como los mediterráneos, se beneficiarán más. Menos beneficiados saldrán países productores, como los del mar del Norte. Más allá de la Unión Europea, Rusia y otros países exportadores de petróleo, como los del Golfo Pérsico, varios de África y alguno americano podrían salir muy perjudicados. De ahí podría deducirse un riesgo financiero internacional. La menor renta del petróleo y la inestabilidad financiera podrían reducir el comercio mundial, lo que afectaría negativamente a la economía europea, y especialmente a los países centrales y nórdicos cuyo superávit comercial es importante. Los beneficios del descenso del precio del barril de petróleo, probablemente, se distribuirán de modo desigual entre los sectores económicos. La menor factura petrolífera agraciará a las empresas distribuidoras de combustibles y energía. Cabe esperar una mejora de sus condiciones de financiación, un desapalancamiento, y una proclividad a entrar en actividades complementarias a su negocio principal.
En la medida en que la regulación del sistema económico funcione, los beneficios del menor coste del bruto de petróleo pueden extenderse a otros sectores de producción y finalmente también al consumidor. No obstante, es fuerte la tendencia de las petroleras y sociedades energéticas a la cartelización. Por ello, las autoridades de la competencia y energéticas deberán cumplir con su cometido. De este modo, la transmisión de los efectos benéficos del menor precio de la energía dependerá también de que la Comisión Europea y las comisiones nacionales de competencia ejerzan eficazmente su función. Según sea, pues, la calidad de la regulación de la competencia, la menor factura energética se difundirá al resto de los sectores de producción y servicios. Las actividades intensivas en energía, como los sectores industriales básicos y los transportes, pueden ver sus costes reducidos. Su excedente de explotación debe aumentar y -si hay competencia- se reducirán sus precios relativos y se incrementará su demanda. En consecuencia, con ello podría crecer la actividad y el empleo de estas actividades, otras sumidas en recesión.
Los consumidores, ¿saborearán las mieles del menor precio de los carburantes? Veremos, podría ser que los osos de los cárteles energéticos consiguieran lucrarse en exclusiva con el beneficio. Al revés, en el mejor supuesto de transmisión de beneficios de los menores costes energéticos, incluso el surrealista recibo español de la electricidad podría encontrar alivio.
Finalmente, está el sector público: básicamente, la renta fiscal del petróleo resultante de los impuestos especiales que en los Estados Miembros de la Unión Europea gravan el consumo de combustibles podría crecer, aprovechando los menores costes de los derivados de petróleo. Por esta vía la bajada del precio del bruto de petróleo podría aliviar el déficit y el endeudamiento de las administraciones públicas, y ayudar al Estado del bienestar.
El desplome del precio del barril de petróleo puede acarrear, pues, una importante remodelación de la estructura de costes y de las condiciones financieras de los diferentes agentes económicos. Para que esta reestructuración sea positiva y aumente la competitividad y el empleo en Europa se requiere que las instituciones económicas, y en particular la ordenación de la competencia, funcionen correctamente. Siendo así que en Europa las autoridades nacionales aún influyen en la regulación económica, los Estados Miembros de la Unión cuya regulación sea más flexible y smart obtendrán las mayores ganancias de la reducción del precio del petróleo. En la medida en que la competencia sea limitada, aparecerá una burbuja en el sector energético, que junto a las tendencias deflacionistas debidas a la recesión padecida, pueden llevar a que algunos países europeos -en lugar de mejorar su competitividad y su empleo- se vean inmersos en inestabilidad financiera e incertidumbre económica. Empleo y competividad son los principales retos de Europa. La caída del bruto de petróleo influirán en la resolución de estos retos según haya competencia, flexilbilidad y las condiciones de su diseminación al conjunto de los sectores económicos. De ahí también la relevancia de contar con un Estado de derecho y con regulación de calidad.