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Los milagros de Juncker: la multiplicación de los panes y los peces

En la imagen, Jean Claude Juncker.

Juncker ha conseguido sobrevivir al naufragio de su reputación y milagrosamente salir caminando sobre las turbias aguas de ese asuntillo de Luxemburgo, por el que 340 compañías se han beneficiado de secretos acuerdos fiscales que les han permitido escamotear impuestos en detrimento del resto de los Estados de la UE.

Absuelto por una mayoría del Parlamento Europeo, ahora nos quiere seducir con un nuevo portento: la multiplicación de los panes y los peces. Una aportación de 21.000 millones de la UE y del BEI obrará el milagro de quinceplicarse hasta 315.000 millones por obra y gracia de la inversión privada, esa que no sale ni a tiros de sus cuarteles de invierno ante una demanda ahogada por las secuelas del rescate bancario. Llama la atención presuponer que la empresa privada, que está a la que salta, necesite del lazarillo de Bruselas para identificar oportunidades de inversión rentables.

Tenemos motivos suficientes para ser escépticos. Es muy esclarecedor leer el informe del Tribunal de Cuentas de la UE en el que analiza los resultados de los 66.000 millones de euros que se destinaron al Fondo Europeo de Desarrollo Regional durante el periodo 2000-2013. Las conclusiones no son muy alentadoras.

Se tomó una muestra aleatoria de 24 proyectos de construcción de carreteras en Alemania, España, Polonia y Grecia. El incremento medio del coste respecto al presupuestado fue del 23%. Varios proyectos no obtuvieron el rendimiento del capital invertido previsto y, lo que es peor, "no fue posible determinar el impacto económico adicional que estas obras promovieron". Y aunque siempre es mejor no mencionar la soga en casa del ahorcado; el depósito de gas Castor, al que el BEI contribuyó con 500 millones, ha sacudido y dejado grietas considerables en nuestra confianza sobre el rigor de las evaluaciones de su Comité de Inversiones. Un error de cálculo, sin padre conocido, que genera una vez mas una factura de 1.400 millones a cargo del contribuyente.

Uno tiene la tentación de pensar que el señor Juncker lanzó su Fondo Europeo Estratégico a modo de balsa electoralista para evitar el naufragio de su candidatura y después, apremiado por los plazos y ante la necesidad de materializar esos 300.000 millones prometidos con tanta ligereza, volvió a dar otra astuta pirueta de viejo político endosando su compromiso a la iniciativa privada. Y es que resulta chocante que se pida a las empresas que financien la parte del león de proyectos que serán seleccionados y supervisados por Bruselas.

Cabría suponer que las empresas, por sí solas, son mas que capaces, para identificar los proyectos que les resultasen rentables y posteriormente financiarlos en un entorno como el actual con tasas de interés en mínimos históricos. Bien es cierto que una vez más, como declaró el inefable representante socialista Gianni Pitella en el Europarlamento cuando se debatió el tema: "Somos políticos; no contables" para luego rematar con otra frase memorable: "no estamos interesados en lo que opinan las agencias de rating, sino en lo que la gente quiere". Un magnífico reclamo para esa inversión privada que el Fondo pretende atraer.

Un juego de espejos

Filosofía política que tiene su fiel reflejo en esa otra propuesta de Juncker por la cual el endeudamiento en que los estados miembros se embarquen para financiar dicho fondo no computarán en el cálculo de los déficit acordados en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, ese puntal que sostiene la credibilidad de la UE en los mercados; esos que financian nuestros déficit. Un nuevo juego de espejos de este mago de la política como si el hecho de que no contabilicen nos eximiera de pagarlos.

Resulta poco aconsejable empezar la casa por el tejado y menos aún apremiado por promesas electoralistas de difícil cumplimento. Como señaló el representante de ALDE, el Sr. Verhofstadt en esa misma sesión del Parlamento Europeo, no tiene sentido embarcarse en proyectos comunes sin establecer antes una base regulatoria y fiscal también común.

Ese sería el caso de la llamada autopista eléctrica entre España y Francia, uno de esos sectores donde la inversión debe ir precedida y condicionada por una armonización europea fiscal y regulatoria del sector. Las prisas son malas consejeras. Es necesario empezar por los cimientos, identificando sectores estratégicos pan-europeos con potencial para generar un crecimiento sostenido a medio plazo y, acto seguido, desarrollar la armonización normativa que permita a la iniciativa privada jugarse sus cuartos -que no los nuestros- en los proyectos que consideren rentables.

Esa asombrosa iniciativa de que sea el Fondo Juncker quien corra con las primeras pérdidas en que puedan incurrir los inversores privados no augura nada bueno. Con un gasto público sobredimensionado que ronda el 50 por ciento y una deuda del 90 por ciento sobre el PIB de la UE, es hora de que los políticos se dediquen exclusivamente a sus labores: crear el marco regulatorio en que pueda florecer la iniciativa privada. Los milagros, mejor dejarlos a los santos.

Ignacio Nart, analista financiero.

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