
Una oleada de pánico barrió la semana pasada las bolsas europeas y la española encabezó las caídas en varias jornadas. Las señales de peligro volvían a encenderse: bolsas en rojo, prima de riesgo subiendo, alerta ante una recesión europea, dificultad para colocar deuda... ¿Qué hacer? Lógicamente, huir... Ante un incendio de semejantes dimensiones, ¿quién sería tan osado de no salir corriendo?
Nuestra naturaleza nos lleva a huir del peligro sin darnos tiempo a la reflexión, a la toma de decisiones con la cabeza, algo que nos ahorraría muchos problemas y, a la larga, mucho dinero.
En el caso de la bolsa española, detrás de las caídas había una decisión de inversores institucionales de vender con plusvalía en un mercado que había sido el de mayor recorrido alcista en lo que va de año de toda Europa. Mientras el reflejo que aparecía en los medios de comunicación era la venida de una nueva catástrofe, una simple reflexión sosegada nos habría llevado a prever que quien vendía con plusvalía volvería a comprar unos días después las mismas posiciones, pero mucho más baratas. Sin embargo, el inversor profano, aquel que no cuenta ni con los conocimientos ni con el asesoramiento adecuado, tiende a salir huyendo cuando se producen las bajadas, y a comprar al calor de las buenas noticias, cuando la bolsa sube día tras días y parece seguro que la tendencia alcista se mantendrá.
Lógica racional
Es decir, vende barato y compra caro, algo que carece de toda lógica racional, pero es totalmente comprensible desde el punto de vista emocional. Esa es la diferencia entre invertir con la cabeza o con el corazón. Ya no hay puertos seguros, y si quieren rentabilidad a largo plazo los españoles tendrán que acostumbrarse a diversificar e incorporar en su ahorro opciones, como las bolsas, más volátiles. Que son una buena opción, pero que además del conocimiento técnico del producto requieren que los profesionales tengan muy clara la importancia decisiva de las emociones del ahorrador en los resultados de sus inversiones. Como ya dejó claro Kahneman y como siguen demostrando los estudios sobre finanzas conductuales.
Cuanto más tiempo llevo en este sector más convencido estoy de que la verdadera labor de un asesor financiero no es tanto recomendar uno u otro producto, sino ayudar al ahorrador a gestionar sus emociones para evitar que le lleven a tomar decisiones de inversión perjudiciales. Eso es lo que al final marca realmente la diferencia. Por eso espero que cuando llegue la próxima bajada, que llegará, muchos españoles en vez de preocuparse se alegren y aprovechen la oportunidad.
Vittorio Colussi, consejero delegado del Banco Mediolanum